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#Opinión

Yo, ¡sí voy a votar!

Votar también puede ser una forma de protesta. Anular mi voto es decirle al sistema: así, no.

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“¿Cómo ven con el tema de la elección judicial?”
Ese es el comentario más recurrente que recibo de las y los vecinos. Es el debate acerca de participar o no en la elección judicial y, siendo sincera, algunas veces también tengo esa duda.

Yo soy de las que no está de acuerdo con las nuevas reglas para el Poder Judicial, y creo que, si bien había muchos problemas en ese poder, también considero que esta reforma no los resuelve. Por ello, tengo opiniones encontradas cada día sobre la famosa “elección del Poder Judicial”.

Mi opinión es que no, no está bien la nueva forma de elegir al Poder Judicial.
No me gustan las reglas, no me gustan los candados, no me gusta la escasa —o inexistente— normativa para hacer campaña. Vamos, no me gusta que se tenga que hacer campaña: convertir la carrera judicial en una contienda electoral es ponerle precio a la imparcialidad. Pero son las reglas que este gobierno decidió, y no tenemos más opción.

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Para el día de la elección se espera una participación baja.
Veo a una ciudadanía que no entiende el proceso para votar (y sí, es muy complejo, incluso con los simuladores), veo personas con mucha apatía para participar, y otras dispuestas a votar por algunos perfiles que conocen personalmente.
Todos estos factores han dado pie a que los partidos intenten involucrarse, pero no les auguro mucho éxito.

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He visto imágenes en redes sociales que invitan a no participar —yo también lo he pensado—, pero es incongruente hablar de participación ciudadana y democracia, y al mismo tiempo llamar a no ejercer el voto.
Yo creo que votar es un derecho al que nunca debemos renunciar. La democracia no es un regalo, es una conquista que se defiende cada día, por muy irrelevante o incongruente que parezca emitir el voto.
Además, están en juego millones de pesos de nuestros impuestos que se gastan cada vez que se realiza una elección.

Yo sí voy a votar.
Ya probé los simuladores, ya investigué a algunas personas candidatas, y aunque no estoy de acuerdo con las reglas, sí voy a votar.
Porque, para mí, otra forma de protesta es acudir a votar y anular mi voto.

Anular el voto es mirar de frente a un sistema que no te representa y tener el valor de decir: “así, no.”
La justicia no debe someterse a votación, las carreras judiciales no deberían convertirse en elecciones.
La única forma de cancelar mi boleta es acudiendo a cancelarla yo misma; de otra manera, se irán las boletas sin cancelar a los conteos, lo cual, a mi parecer, genera más dudas que certeza jurídica. Prefiero tener la certeza de que cancelé la mía.

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A ustedes les dejo mi reflexión:
Sí, creo que el Poder Judicial tenía muchos problemas.
Sí, creo que la carrera judicial tenía muchos problemas.
Y no, no creo que se resuelvan con esta elección.

Deseo estar equivocada, y deseo que lleguen quienes tengan la experiencia, la preparación y la ética necesarias para ser parte del Poder Judicial.
Deseo que cambien al Poder Judicial, porque todas las personas merecemos una justicia mejor: pronta, imparcial y expedita.

Informémonos, ejerzamos nuestro voto, y protestemos de la forma que consideremos más adecuada el día de la elección.

Licenciada en Hotelería con especialidad en Turismo de Reuniones por el Centro de Estudios Superiores de San Ángel. Maestra en Administración Pública por la UVM y en proceso de titulación de la Maestría en Buen Gobierno y Gestión Pública en la Universidad Anáhuac. Además, es una entusiasta del aprendizaje y coleccionista de diversos cursos. Ha trabajado tanto en la iniciativa privada, en distintos hoteles de varios estados del país, como en la administración pública, principalmente en la Alcaldía Benito Juárez, donde hoy se desempeña como concejal. Libra, mujer, patinadora sobre hielo, medio foodie, fan de Disney y de Stitch. Ama salir a correr antes del amanecer los domingos y leer todo lo que le recomienden o le regalen, porque nunca se sabe cuándo puede ser útil. Fiel creyente en la juventud y su papel clave en el futuro del país, así como en el poder de la comunidad en la CDMX. Apoya todas las causas que contribuyan a mejorar la ciudad y las pequeñas acciones que generan un impacto positivo en la vida de quienes aquí vivimos.

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Cuando la toga salió a hacer campaña

Esta elección judicial nos abruma, pero también nos educa. Votar exige claridad, no likes.

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Faltan 12 días para la elección de personas juzgadoras en México, así como para los comicios extraordinarios en las alcaldías de Durango y Veracruz.
Para mí, como consultora política, conductora de podcast y columnista, estas elecciones han sido una experiencia inédita, de la cual hay al menos cuatro cosas que resaltar:

1️⃣ La cantidad de votos que emitiremos

La ciudadanía está acostumbrada a votar por una sola persona por cargo.
Esta vez elegiremos:

  • 5 ministras y 4 ministros para la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN)

  • 5 magistraturas para el nuevo Tribunal de Disciplina Judicial

  • 2 magistraturas del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF)

  • 464 magistradas y magistrados de circuito

  • 386 juezas y jueces de distrito

Y eso sin contar los cargos locales que dependen de cada entidad.

Esto nos abruma.
Aunque tengamos claro quién “nos gusta” para ministra —o incluso si ya elegimos tres—, aún faltan dos más. También debemos seleccionar cuatro hombres. Todo esto entre una abrumadora cantidad de 67 aspirantes: 33 mujeres y 34 hombres.

Normalmente elegimos entre 3 o 4 candidaturas, y eso ya genera fatiga electoral.
Yo, que soy parte del “círculo rojo”, a escasos días de los comicios, aún no sé por quién voy a votar, ni tampoco si puedo anular mi voto en las boletas donde no estoy convencida por nadie.

2️⃣ La poca efectividad del contenido disponible

Hay una enorme cantidad de contenido que ha servido poco para tomar decisiones informadas.
Debido a las restricciones del INE, las campañas judiciales se limitaron a las redes sociales, pero con pocos recursos y poca estrategia.

Hace falta saber a quién se dirige el mensaje, cómo comunicarlo y qué plataformas usar.
Muchos aspirantes cayeron en la trampa de buscar “likes” y seguidores, no votos.
Enfocados en la viralidad, olvidaron lo importante: motivar a votar, y que el electorado recuerde nombres, números y colores, más allá del “ministro chicharrón” o el “del Tinder”.

¿Mejor que un CHICHARRÓN PREPARADO 🥴? Así pide el voto candidato a  ministro de la CORTE 🤡

Por el contrario, se ha dado más publicidad a las campañas que llaman a no votar.

3️⃣ Una campaña pedagógica

Esta campaña ha servido también como espacio educativo.
Entre entrevistas, contenidos y debates, nos han recordado:

  • Cómo está organizado el Poder Judicial

  • Qué funciones tienen jueces y ministros

  • Que existen especialidades judiciales

Pero también ha quedado claro que muchos de los problemas que enfrenta la ciudadanía están relacionados con un mal trabajo de las fiscalías, las cuales necesitan una reforma urgente.

4️⃣ El Poder Judicial necesita comunicar mejor

En este proceso he conocido a muchas personas con carrera judicial, comprometidas con la justicia y con vocación de servicio público.
Sin embargo, han sido arrasadas por el estereotipo del juez corrupto.
Ganen o no este 1 de junio, su reto será construir una marca personal que hable de su:

  • Trayectoria

  • Visión de la justicia

  • Objetivos y valores

Y, por cierto, decir que se lanzaron “sin ser políticos” no ayuda.
Toda decisión ciudadana es política, sobre todo si se ejerce un cargo en uno de los tres poderes del Estado.

Decir que solo llegaron hasta aquí tras “estudiar mucho y veinte años de carrera” no es suficiente para quienes votamos.
Queremos que la justicia nos inspire, nos emocione y nos movilice.
Porque no hay democracia sin justicia.

⚖️☠️Sin justicia, no hay paz ni democracia - Pal´Sur

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El derecho a moverse sin miedo

🔎 La seguridad vial es un tema de justicia. Necesitamos calles seguras, accesibles y compartidas para todas y todos. 🚶‍♀️🚴‍♂️🚗

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En la Ciudad de México, caminar, pedalear o manejar un coche es casi un deporte de alto riesgo. Lo que debería ser un acto cotidiano y, de hecho, un derecho, se ha convertido para millones de personas en una carrera de obstáculos debido a la pésima infraestructura y la inseguridad.

Como legisladora, estoy convencida de que la seguridad vial es un tema de justicia, porque el espacio público define quién puede habitar la ciudad y en qué condiciones. Hoy, niñas, niños, personas mayores, peatones y usuarios del transporte público siguen siendo los más vulnerables.

Cruce de peatonal Madero y eje central en Ciudad de México

Cruce de peatonal Madero y eje central en Ciudad de México

En los últimos meses, desde el Legislativo, he hecho un esfuerzo constante por mejorar las condiciones del espacio público, presentando diversas iniciativas para recuperarlo como un entorno seguro, accesible y compartido para todas y todos.

Entre estas acciones, he solicitado mayor presencia policial en puntos donde los automovilistas han sido víctimas de asaltos violentos en el tráfico, un fenómeno en crecimiento que pone en riesgo tanto a conductores como a transeúntes. También he propuesto ordenar el uso de estacionamientos para motocicletas, considerando su uso cada vez más frecuente.

Pero hay un punto central que debemos entender: mientras no asumamos que la movilidad segura es un derecho, seguiremos diseñando ciudades que priorizan la velocidad sobre la vida y la comodidad sobre la justicia.

Nuevas señales de tránsito CDMX.

Nuevas señales de tránsito CDMX.

No podemos resignarnos a que las calles sean espacios peligrosos. Necesitamos invertir en infraestructura segura, repensar nuestras normas de tránsito y, sobre todo, fomentar una cultura vial que respete la vida. Una calle bien iluminada, bien vigilada, con señalización clara y rutas accesibles no solo reduce accidentes, sino que también dignifica la vida en la ciudad.

La seguridad vial no debe medirse solo en número de accidentes, sino en la confianza que podemos tener para movernos sin miedo a la violencia o a la negligencia.

El difícil camino de la tercera edad | Iván Serrano Jauregui

Una ciudad segura solo puede construirse con decisión política, con presupuesto y con la voluntad de poner a las personas al centro de nuestras prioridades.

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Sembradora de semillas

Sembrar educación en territorios olvidados es sembrar justicia. Maestras semilla, raíces de una sociedad más libre y justa.

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En una pequeña comunidad maya del sureste mexicano, donde el canto de los pájaros se mezclaba con el murmullo del viento entre las ceibas, trabajó Rosa María. Era una mujer de mirada firme y voz serena que, durante 40 años, caminó caminos a veces imposibles, si hacía falta, por los senderos de tierra para llegar a su escuelita de paredes desgastadas pero corazones inmensos.

Escuela Rural en Oaxaca / Territorio Estudio | ArchDaily México

A Rosa María la llamaban “maestra semilla”. No solo porque enseñaba a leer y escribir, sino porque sembraba dignidad, echaba raíces y cultivaba conciencia. Cada palabra que pronunciaba en su aula era una declaración silenciosa de resistencia frente a las barreras sociales que mantienen a muchos pueblos en el olvido.

En su comunidad, como en muchas otras regiones del país, la violencia no siempre llega con armas, pero sí con silencios, ausencias y abandono. La violencia estructural se manifiesta en las escuelas sin luz ni agua, en los libros que llegan tarde y en los planes educativos que no reconocen ni respetan la cosmovisión indígena. Se expresa en el desprecio hacia la lengua materna, en la constante marginación de las niñas y en la invisibilidad de los docentes rurales.

Panorama educativo de la población indígena y afrodescendiente | UNICEF

De acuerdo con datos del CONEVAL, 6.4 millones de niños y adolescentes no asisten a la escuela, lo que representa el 18% de la población entre 3 y 18 años. De estos, la mitad pertenece a grupos vulnerados, como comunidades indígenas, personas con discapacidad, población rural y afrodescendiente.

En México, nueve de cada 10 estudiantes que inician la primaria logran llegar a la secundaria, pero la proporción se reduce a siete entre estudiantes de habla indígena y a seis entre jóvenes con discapacidad.

Rosa María fue testigo de cómo sus alumnos crecían rodeados de barreras que intentan truncar sus sueños desde temprano: matrimonios forzados, migración obligada, falta de servicios básicos y racismo cotidiano. Y, sin embargo, cada mañana volvía a la escuela con la esperanza intacta, sabiendo que defender el derecho a la educación es defender todos los derechos humanos a la vez.

Los retos a los que se enfrentan millones de niños para ir a la escuela  diariamente

Educar, para ella, era un acto de justicia. Su aula no solo era un espacio de enseñanza, sino también de protección. Allí, los niños podían hablar su lengua sin ser corregidos. Las niñas podían leer cuentos donde las protagonistas se parecían a ellas. Los jóvenes podían reflexionar sobre su identidad, su historia y su dignidad.

Rosa María no solo enseñaba materias; enseñaba que no están solos, que su historia vale y que sus vidas importan.

En un país donde, muchas veces, ser indígena implica empezar desde atrás, ella convirtió cada clase en una herramienta de saberes. Enseñó con el corazón, pero también con firmeza, porque sabía que la justicia social no llega si no se cuestionan las estructuras que han sostenido la desigualdad por siglos.

Este 15 de mayo, celebro la vocación docente de millones de maestros semilla, pero más que eso, celebro la resistencia. Celebro la pedagogía que sana, que defiende, que transforma. Celebro a las maestras semilla como mi abuela Rosa María.

Porque sembrar educación en territorios olvidados es sembrar justicia. Y las semillas que siembran hoy las maestras como mi abuela serán, mañana, los frutos de una sociedad más libre, más justa y verdaderamente incluyente.

Plantar pequeñas semillas blancas en el suelo con la mano: colocar los  granos en un suelo fértil para sembrar plantas

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