“Mejor Marcelo”, se lee en un paso a desnivel en la lateral del Periférico de Ciudad de México. A un costado, separado por apenas unos centímetros, está pintado “Es Claudia”, el eslogan que popularizaron los seguidores de Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la capital hasta hace unos días y favorita en la mayoría de las encuestas. La escena va más allá de la guerra de bardas que protagonizan desde hace meses los simpatizantes de los dos aspirantes punteros en la carrera por la sucesión presidencial de Morena. En el último mes, Marcelo Ebrard y su equipo se han convencido de que tienen posibilidades reales de pelear por la candidatura del partido gobernante e imponerse en la contienda frente a las otras corcholatas, como Andrés Manuel López Obrador llama a quienes buscan sucederlo en 2024. Su renuncia de la Secretaría de Relaciones Exteriores, la negociación de su equipo para garantizar el llamado “piso parejo” y la presentación de encuestas que lo ponen en el primer lugar de las preferencias son parte de un juego de señales que buscará derrumbar el relato de que todo está decidido y que solo es cuestión de tiempo para que Sheinbaum sea nombrada como candidata.
Ebrard había comunicado a finales del pasado año a López Obrador su intención de abandonar la Cancillería, de acuerdo con algunos de sus colaboradores más cercanos. Se barajaron varios plazos y la fecha definitiva para presentar su renuncia era uno de los secretos mejor guardados en su entorno más cercano. Fue hasta el pasado 6 de junio, apenas momentos antes de dar el anuncio de su salida a los medios, cuando el entonces secretario dio a conocer su decisión a algunos de ellos. Esa semana fue clave en las aspiraciones del excanciller. Cinco días más tarde, cuando se celebró el Consejo Nacional de Morena, logró que se aceptaran varios de los requisitos que hizo para negociar las reglas del juego de la sucesión con las otras corcholatas, como que todos los participantes en la encuesta interna dejaran sus puestos, que se realizaran “encuestas espejo” para avalar los resultados o que se prohibiera a los gobernadores incidir en la contienda. Algunos miembros de su equipo notaron, incluso, un cambio de ánimo. Tras meses de incertidumbre, la situación cambió y ahora sentían que había margen para buscar la candidatura.
De puertas para afuera, Ebrard salió a los medios para marcar el ritmo y el tono de la agenda noticiosa, así como para empujar un cambio a la narrativa que dominó la conversación política durante los últimos dos años: que estaba claro quién estaba en el ánimo del presidente para tomar el relevo, que los gobernadores del movimiento ya habían iniciado una “cargada”, que las encuestas reflejaban lo que iba a pasar en las elecciones del próximo año. “Sonrían, todo va a estar bien. Vamos a ganar”, repitió en prácticamente cada entrevista y cada aparición que tuvo en público.
Ese no ha sido el único relato que Ebrard ha buscado desmontar en el primer tramo de la contienda. Sus críticos han insistido en que es el “rostro neoliberal” de la llamada Cuarta Transformación, que no ha sido el aspirante más leal al presidente y que sus ambiciones políticas le han podido tanto que lo llevaron a peregrinar por varios partidos, desde el PRI hasta Movimiento Ciudadano.
En respuesta, en su primer acto como aspirante, el exsecretario proyectó el lunes pasado un video en el que mostraba como ha acompañado al presidente desde que estaba en la Jefatura de Gobierno, hace más de dos décadas. Ebrard aseguró que dio continuidad al programa de López Obrador, recordó que se bajó de la pelea por la candidatura del PRD en 2012 para darle paso a López Obrador y habló sobre su paso como miembro del Gabinete de López Obrador. Y después dobló la apuesta: anunció la propuesta de crear una “Secretaría de la Cuarta Transformación” para refrendar su compromiso con el movimiento del presidente y ofreció que la encabezara Andrés Manuel López Beltrán, el hijo de López Obrador. Fue un nuevo intento de revertir la narrativa que empujaron sus rivales.
El ofrecimiento a Andy, como se apoda al segundo hijo del presidente, fue un movimiento que tomó por sorpresa a propios y extraños. Incluso, cayó mal en algunos sectores de la población que lo ven como el aspirante “moderado” o que tiene mayor independencia frente al presidente. Cuando López Beltrán declinó la oferta bajo el argumento de no tomar partido por ninguna corcholata, la interpretación generalizada fue que Ebrard se había tropezado por tratar de ir demasiado rápido. Pero algunos analistas y miembros del equipo del exsecretario no consideran que la jugada haya salido mal. Le dio, otra vez, visibilidad mediática y le permitió, una vez más, mandar un mensaje ante las voces que lo colocan como opción para ser el candidato de otro partido, una posibilidad que desde fuera aún parece latente. Una de las personas de su mayor confianza lo pone en estos términos: en política, cada acción tiene un objetivo y un público en concreto al que va dirigido.
En los días siguientes, Ebrard visitó Ecatepec (Estado de México), Mazatlán (Sinaloa), Pachuca (Hidalgo) y Puerto Vallarta (Jalisco). Su equipo de prensa compartió fotos suyas ordeñando una vaca, lanzando una red de pesca, saludando a sus simpatizantes con un collar morado, comiendo tacos, lanzando tortugas al mar y a bordo de su vocho eléctrico. El excanciller quiere separarse de la etiqueta de “tecnócrata” y “lejano al pueblo” que le endilgan sus críticos dentro de Morena y se ha quitado el traje para subir sus andanzas a Tik Tok. Es un nuevo intento por mostrar una parte diferente del relato que se ha construido sobre él y por desmarcarse de la estrategia de sus rivales de hacer mitines multitudinarios y apostar por un estilo más tradicional de promocionarse, aunque prácticamente todos han tratado de mostrar su lado “más humano”.
Hay que recordar que las encuestas que ha utilizado Morena en otras elecciones consideran los llamados “atributos” de los participantes, como su “cercanía al pueblo” o la “confianza” que inspiran a los ciudadanos. La decisión de incluir o excluir ciertos “atributos”, así como la definición de las preguntas y la metodología de la encuesta, son algunos de los puntos más disputados y se espera que estén en el centro de las negociaciones entre los equipos de las corcholatas en los próximos días.
Pese a que hay sectores que permanecen escépticos sobre la posibilidad de una remontada y sobre la eficacia de la estrategia de Ebrard, su equipo sostiene que mientras las dudas se centren en el desenlace de la contienda por la sucesión, hay chances de pelear la candidatura. Será una carrera de resistencia hasta que se decida quién será el elegido, si “Es Claudia” o “Ahora es Adán” o “Mejor Marcelo” u otra de las seis corcholatas. Quedan todavía más de dos meses antes de que se conozcan los resultados de la encuesta interna y prácticamente un año para que los mexicanos salgan a las urnas.