Siento que ya me estoy haciendo vieja; bueno, más bien, ya estoy en la tercera edad. A veces me cuesta comprender por qué hoy los jóvenes no se relacionan. Sin embargo, al reflexionar, debo ser sincera: con la experiencia de vida que tengo, reconozco que me hubiera encantado ser más libre. Pero me pregunto, ¿es eso lo que buscan los jóvenes al evitar compromisos?
Mientras escribo, mi conciencia me responde: “Ok, te gusta la libertad, ¿y a quién no?”. Pero también me cuestiono: ¿qué es realmente la libertad? Esa respuesta es única para cada individuo.
Hoy, con esta fragilidad de los vínculos, pareciera que la falta de responsabilidad o compromiso ha hecho que las relaciones pierdan importancia. Y me surge una gran duda: ¿qué se está perdiendo la juventud al no relacionarse desde el amor y el compromiso?

“Hoy, con esta fragilidad de los vínculos, quizás la falta de responsabilidad o compromiso hace que las relaciones ya no sean tan importantes”.
Para mí, la satisfacción de vivir incluye tener hijos y nietos. En mi familia, de siete hermanos, solo dos tenemos nietos, y es una experiencia maravillosa. Si los jóvenes ya no quieren tener hijos, ¿cómo podrán conocer el amor profundo que se siente al ver crecer a los nietos?
Pero bueno…
Hablar sobre la fragilidad de los vínculos desde la perspectiva de Zygmunt Bauman nos lleva a reflexionar sobre cómo la esfera comercial impregna nuestras relaciones. Hoy en día, muchas veces medimos nuestras relaciones en términos de costo-beneficio. En esta sociedad “líquida”, es mejor desvincularse rápido. Se cultiva el arte de truncar relaciones, desconectarse y cancelar contratos a tiempo.

Metáfora de Bauman sobre la “modernidad líquida”.
A esto se suman los temores actuales: cambio climático, economía, violencia. Tal vez aquí empieza a tener sentido el miedo de los jóvenes a comprometerse o a tener hijos. ¿Qué futuro les espera? La incertidumbre es un freno poderoso.
Sin embargo, también es importante ver lo positivo. La tecnología avanzada y la inteligencia artificial están transformando nuestras vidas, abriendo puertas que antes parecían imposibles. Si las usamos bien, pueden acercarnos y ayudarnos a construir soluciones colectivas.
Esta semana vi un reportaje sobre el Parque Nacional de Yellowstone y cambió por completo mi visión. Me recordó que el mundo sigue siendo un paraíso, lleno de maravillas esperando a ser contempladas.

Parque Nacional de Yellowstone
Entonces comprendo lo que Bauman nos advierte: la líquidez y el enfoque excesivo en lo financiero han deshumanizado nuestras relaciones. Nos desvinculamos rápido, medimos todo en términos de costo-beneficio y evitamos compromisos por miedo a la dependencia emocional. Así, las relaciones pierden profundidad y se vuelven transitorias.
Pero cuando dejamos de medir nuestras vidas en términos de éxito financiero, entendemos que la verdadera riqueza está en las conexiones, la naturaleza y la gratitud. Aún estamos a tiempo de reconectarnos y valorar lo que realmente importa.
Si logramos detenernos y reconocer estas riquezas, quizás podamos reconstruir esos vínculos frágiles. Tal vez recordemos que hay algo más grande que el miedo o la incertidumbre, y que ese “algo” está aquí, listo para ser experimentado.
En el desarrollo humano, sabemos que la clave está en las relaciones interpersonales. No solo de pareja, sino con amigos, familia y compañeros. Somos comunidad.

Importancia de la conexión intergeneracional
Me encanta lo que Emmanuel Levinas dice sobre el rostro:
“La mirada es el principio de la conciencia emotiva. Solo podemos constituir nuestra identidad a partir de la mirada del otro. Frente a ella, revelamos nuestra frágil desnudez, nos volvemos vulnerables y comprensibles, somos traspasados.”
Si el ser humano solo puede comprenderse en el entrecruce de miradas y relaciones, ¿qué nos espera en un futuro donde los vínculos afectivos se van debilitando?
Es nuestra tarea reflexionar sobre el valor de estos lazos y entender que, aunque frágiles, son esenciales para nuestra humanidad.

“Es nuestra tarea reflexionar sobre el valor de estos lazos y entender que, aunque frágiles, son esenciales para nuestra humanidad”.