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Entre la espera y la elección: reflexión sobre la vida proactiva

Esperar no es vivir. Ser proactivo es elegir tu presente y construir lo que deseas, con lo que tienes, desde hoy.

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“El mayor impedimento para vivir es la espera, porque dependiendo del mañana se pierde el hoy.” — Séneca

Esperas el mejor trabajo. Esperas a la pareja. Esperas a que tus hijos te visiten. Esperas a que te llamen tus amigas.
Y mientras esperamos a que las cosas sucedan, nos olvidamos de lo que significa vivir.
En esa espera pueden aparecer emociones como enojo, tristeza, frustración o desesperanza.

Quizá la espera también sea una forma de esperanza. Pero, ¿cómo vives tú esa esperanza?

¿Es simplemente dejar que la vida resuelva las cosas por nosotros?

Desde la religión, por ejemplo, la esperanza implica esperar ser salvados o perdonados. Pero, ¿por qué permitir que esa esperanza nos lleve a dejar de hacer, de decidir, de actuar? ¿Será por miedo?

Nos dicen: “Ten esperanza, las cosas van a cambiar”. Y muchas veces, solo esperamos, sin hacer nada para lograr ese cambio.

Ahí encuentro sabiduría en la frase de Séneca: mientras esperamos, dejamos de vivir el presente.
No deleguemos en otros la responsabilidad de nuestra vida. Nada llega solo por esperar. Debemos movernos hacia nuestros sueños y enfrentar nuestros miedos.

Aquí entra un concepto clave: la proactividad.

Stephen R. Covey lo desarrolló en su libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Para él, ser proactivo es asumir responsabilidad sobre nuestras acciones y decisiones, reconociendo que, aunque no siempre controlamos lo que sucede, sí elegimos cómo responder.

Esta capacidad de elegir nos da libertad personal, fortalece el carácter y nos aleja del papel de víctima.
La proactividad nos permite tomar el control de nuestra vida, actuar con conciencia y enfocarnos en lo que sí podemos cambiar.

“Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio reside nuestra libertad y nuestro poder para elegir.” — Covey

Aquí se entrelazan Séneca y Covey: en ese espacio de elección está nuestra libertad, y por tanto, la posibilidad de vivir el presente.

La proactividad no es solo “hacer cosas”. Es actuar con conciencia, con base en lo que somos y valoramos.
No se trata de estar ocupados, sino de responder con intención, eligiendo lo que construye y da sentido.

Una persona proactiva:

  • No se deja gobernar por el estado de ánimo.

  • No depende de las circunstancias ni de las decisiones ajenas.

  • Actúa desde la libertad interior, con una visión clara de la vida que quiere vivir.

Por ejemplo:

  • Si tengo la esperanza de que me llamen de un trabajo, puedo salir a buscarlo.

  • Si tengo la esperanza de que mis hijos me visiten, puedo llamarlos y decirles cuánto los amo.

  • Si espero que alguien cambie para que yo sea feliz, puedo comenzar por fortalecer mi autoestima.

Desde esta mirada, espera y esperanza comparten vínculo. Pero sin acción, la esperanza se vacía.
Ahí entra la proactividad: la capacidad de elegir bajo cualquier circunstancia.

Entonces, vale la pena preguntarse:

¿Estoy esperando… o estoy haciendo todo lo que está en mis manos para que suceda lo que deseo?

No se trata de controlarlo todo. Se trata de hacernos responsables de lo que sí nos toca.
No se trata de exigir felicidad. Se trata de construirla con lo que tenemos hoy.
No dejemos que los días pasen sin disfrutarlos.

A veces, ser proactivo comienza por algo tan sencillo como:

  • Elegir la canción que más te gusta.

  • Ponerte ese vestido que te hace sentir bien.

  • Hacer una llamada que puede cambiar tu día.

Ser proactivo es esto: asumir cómo quieres vivir tu día a día.

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