En su tratado La Política, Aristóteles menciona tres grupos de ciudadanos en relación al régimen político: los ricos, menciona, son “los que tienen exceso de bienes de fortuna, fuerza, riqueza, amigos y otros semejantes ni quieren ni saben obedecer. Mientras que para él “los pobres, los que tienen necesidad excesiva de estas cosas, son demasiado serviles”, y remata diciendo que la prevalencia de unos u otros no es benéfico para una República porque “cuando uno de esos grupos toma el poder se forma una ciudad de amos y esclavos, no de hombres libres”.
Pero la grata sorpresa es que el filósofo hace una distinción, “se reconoce que lo moderado y lo intermedio es lo mejor, es evidente que también la posesión moderada de los bienes de la fortuna es la mejor de todas, pues es la que más fácil obedece a la razón” y argumenta “las clases medias son las que menos rehúyen los cargos y menos los ambicionan”.
Y es en esta clase media que delineaba ya Aristóteles en la que durante mucho tiempo se han centrado no sólo los análisis sociológicos sino también las estrategias políticas. Hay que recordar como en el México posrevolucionario el partido oficial agrupó a las clases medias durante la década de los cuarenta, periodo de cambios políticos y económicos en nuestro país que trajo consigo una profunda transformación demográfica y social.
En los años cincuenta, José Iturriaga en su Estructura social y cultural de Mexico esbozaba “la falta de un fuerte sector de clases medias en el país, que aminorara la distancia entre el pequeño grupo de mexicanos enriquecidos y la gran masa de pobres, era uno de los problemas más importantes en México”.
Pero ¿Quiénes forman la clase media? Se preguntaba Gabriel Careaga, “los burócratas, los empleados, los pequeños comerciantes, los profesionistas, los intelectuales, los estudiantes, los técnicos, los gerentes de banco, los ejecutivos, las secretarias, en una palabra, los hombres y mujeres que permiten la ligazón entre proletariado y burguesía. Se mueven dentro de un mundo de mistificación, de ilusiones, de sueños desaforados, de frustraciones constantes, de sentimentalismo creciente; su mundo es ideológico, es decir, está mistificado” se respondía en Mitos y fantasías de la clase media en México.
Hacia la mitad de los años sesenta, la construcción de la identidad de la clase media desembocaba en un papel estabilizador de la vida política y social en nuestro país; surgió una especie de identificación entre el sector popular y la clase media, entendida como clase dirigente, “nervio vital” del país, depositaria de la cultura, un factor de equilibrio social que enriquecía la cultura nacional y sintetizaba todas las manifestaciones de nacionalismo agrupadas por el partido en el poder.
Es así como la idea de la clase media permeó la élite del poder y “el sector popular va tomando fuerza y surgen de allí el licenciado Miguel Alemán, que es del sector popular, y Ruiz Cortines que también es del sector popular, el licenciado López Mateos que también viene del sector popular y el licenciado Gustavo Díaz Ordaz, el licenciado Echeverría, el licenciado López Portillo, Miguel de la Madrid, Salinas, el doctor Zedillo [..].” tal como lo relata Bertaccini en El régimen priista frente a las clases medias.
Se decía que ya había llegado a México el modelo neoliberal desde el gobierno de Miguel de la Madrid y que esa estabilidad agrandaría las desigualdades hacia el periodo de Carlos Salinas de Gortari; se trataba de un modelo económico mundial que impactaba, por supuesto, a estas clases medias que colaboraban en la ceración de una sociedad de consumo, del uso tecnología en comunicaciones; la popularización del cine, la radio; los centros de recreo, las carreteras que cruzan al país de extremo a extremo.
Es la clase media la que abarrotó los supermercados; que compró automóviles americanos a plazos cómodos, que irá a vivir a las nuevas colonias, que colaboró en el crecimiento de la Ciudad de México. Fue esta clase media quien pobló las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual formará ejércitos de abogados, administradores, economistas, médicos, veterinarios, comunicólogos, etcétera.
La misma UNAM de la que habló recientemente el presidente Andrés Manuel López Obrador (producto de la clase media también) la que dice se ha derechizado: “hasta la UNAM se volvió individualista y defensora de estos proyectos neoliberales, perdió su esencia de formación de cuadros y profesionales para servir al pueblo”, dijo en su ya conocida mañanera de la semana pasada.
Hacer esta declaración es atentar contra esta clase media que se ha formado en la UNAM. Según datos del INEGI en el 42.4 por ciento de los hogares del país reside el 39.2 por ciento de la clase media, y ¿qué te hace pertenecer a la clase media según el INEGI? Elementos como tener una computadora, gastar aproximadamente 4 mil 380 pesos en alimentos y bebidas fuera del hogar, al menos un integrante del hogar cuenta con un trabajo estable, esto al gozar de un salario con un contrato en una empresa; la cabeza del hogar cuenta con estudios de nivel medio superior (por lo menos) y los hijos asisten a una escuela pública.
Declaraciones, como siempre, del ejecutivo sin argumentos sólidos denostan a la universidad que en su mayoría ha dado futuro a esta clase media, brindándole la oportunidad de formarse profesionalmente; es desconocer la historia y por lo tanto, a un grupo numeroso de personas, es descalificar al pueblo, como él lo llama continuamente.
El titular del Ejecutivo sostuvo que ya no hay los economistas, sociólogos, politólogos y abogados de antes, por lo que tampoco hay derecho constitucional, y “el derecho agrario es historia”. La ignorancia del presidente sin datos duros, sin un sustento real, nuevamente coloca en la agenda a la UNAM, una de las mejores universidades caracterizada por su libertad de cátedra, por ser la mejor de México, y se encuentra dentro de las 105 mejores a nivel mundial, de acuerdo con la clasificación del QS World University Rankings 2022.
Quizá tampoco recuerde nuestro presidente que su hijo Andrés Manuel Jr también estudió en la UNAM durante el periodo neoliberal y que compartía aulas con quienes estudiamos ahí, solo que a diferencia de él, no llevábamos ni chofer ni guaruras… sí formábamos parte de la bendita clase media.