En México hay médicos de la más alta calidad. Uno puede vacunar a sus hijos o puede internarlos en un hospital, si es necesario. Incluso, se puede acceder a un tratamiento contra el cáncer infantil. Pero, claro, esto depende de si uno tiene los recursos para hacerlo. Con dinero, es posible salvar la vida de nuestros hijos y garantizarles salud y, con ello, bienestar. Sin dinero, uno depende de la voluntad del Estado para comprar las medicinas, proveer los insumos y pagarle a los médicos. Y ahí es donde la situación se complica, dejando a miles de niños sin atención de calidad. No puedo pensar en una injusticia más grande.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) dio a conocer que los mexicanos con carencias en acceso a servicios de salud pasaron de 20.1 millones a 50.4 millones, lo que significa que el 39% no puede acceder a atención médica adecuada.
En la Ciudad de México, como en gran parte del país, la atención médica infantil enfrenta retos serios: no hay personal especializado, no hay medicamentos, ni siquiera los más básicos, las citas médicas se difieren por meses y los hospitales pediátricos operan con recursos limitados. La frustración y el dolor que eso genera en los padres y madres es una crueldad. La salud y la vida de nuestros hijos no puede depender de cuánto dinero tenemos en el banco.

“Los mexicanos con carencias en acceso a servicios de salud pasaron de 20.1 millones a 50.4 millones”
En este sentido, la UNICEF reporta que 1 de cada 10 niños y niñas menores de 5 años en México presenta desnutrición crónica, mientras que 1 de cada 3 niños y niñas de 6 a 11 años sufre de sobrepeso y obesidad. Por lo tanto, es urgente tener un sistema de salud adecuado y universal que atienda a todas y todos los niños.
Lo peor es que, en el diagnóstico de insuficiencia, la variable más importante es la ausencia de voluntad política. Las y los niños no son una prioridad en la agenda de gobierno y deberían serlo, porque son la prioridad en las familias. Cuando un niño necesita una cirugía, un tratamiento contra el cáncer o medicamentos para enfermedades crónicas, la respuesta del sistema de salud no puede ser el desdén y la insuficiencia.
El desabasto de medicamentos ha sido una de las crisis más graves y dolorosas de los últimos años. Y aunque la Ciudad de México ha intentado cubrir algunas brechas, la realidad es que miles de familias han tenido que endeudarse o suspender tratamientos porque el medicamento no está disponible. Esto no debería estar pasando en una ciudad como la nuestra.
En el Congreso de la Ciudad de México hemos alzado la voz en múltiples ocasiones para exigir presupuesto suficiente, distribución eficiente y atención digna. Pero la niñez no puede esperar a que lleguen consensos políticos.

“los hospitales pediátricos operan con recursos limitados”
En una ciudad que aspira a ser inclusiva, progresista y solidaria, no podemos normalizar que las niñas y niños enfrenten barreras para ser atendidos cuando más lo necesitan. No hay argumento administrativo ni excusa presupuestal que valga cuando se trata de la salud infantil.
Tenemos que establecer compromisos claros con la niñez. Todos, políticos y ciudadanos, madres y padres de familia, y comunidades enteras, unidas bajo la convicción de hacer lo que está bien.

“1 de cada 10 niños tiene desnutrición crónica”