Durante estas semanas de campaña electoral para elegir juezas, magistrados y ministros de la Corte, lo que ha quedado en evidencia es la banalización del ejercicio de la abogacía y, en muchos casos, su bastardización, visible en la mayoría de los videos y spots publicitarios.
Desde la perspectiva de la teoría crítica, bastardizar se refiere al proceso mediante el cual una idea, práctica o producto cultural es desnaturalizado, trivializado o degradado, perdiendo su sentido original, su potencia crítica o su autenticidad. Esto ocurre cuando una idea crítica es absorbida por el sistema dominante (como el capitalismo o los medios de masas) y reformulada de manera superficial o comercial.
Y eso es justamente lo que ocurre en estas campañas: mensajes vacíos, títulos llamativos dirigidos a las masas, y una idea de justicia convertida en producto comercial, no en una práctica judicial real. Con grandes frases publicitarias, simulan cercanía con la gente —arrojando expedientes, actuando, o usando un lenguaje populista—, pero esa misma puesta en escena contribuye a la degradación de la justicia. Se pretende ganar votos a través de la simulación, no de propuestas jurídicas sólidas.
La justicia convertida en contenido para redes sociales.
A esto se suma la falta de pericia política y comunicacional de la mayoría de las y los candidatos. Sus videos se convierten en espectáculos, en simulacros de realidad que nos alejan de la experiencia directa del derecho y la justicia. Como decía Guy Debord, es una forma de alienación moderna: ya no vivimos para experimentar, sino para observar y consumir representaciones ajenas.
No necesitamos videos en los que se disfracen, canten o bailen. Necesitamos que tomen conciencia sobre los Derechos Humanos. Si realmente se quiere transformar la abogacía, el primer paso es asumir que esta labor exige seriedad, rigor y compromiso profesional: diagnósticos bien construidos, teorías del caso sólidas, ética y una relación responsable entre abogado y cliente.
Como dice un gran amigo y jurista: Nos debemos más al Derecho que a las personas, como el médico se debe a la salud y no solo al paciente.
A mis colegas: si la inexperiencia en campañas políticas es grande, acérquense a quienes sabemos del tema. Les podemos ayudar a segmentar sus mensajes, a traducir el lenguaje técnico jurídico a un lenguaje ciudadano, a comunicar con claridad y propósito. De lo contrario, si ofrecen circo y pan al pueblo, lo único que lograrán es que el pueblo quiera entretenimiento, no justicia.