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Contemplar y perrear no están peleados

¿Nos estamos perdiendo la oportunidad de ser conmovidos? Una reflexión sobre el arte, la nostalgia y el valor de lo cotidiano.

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Como todo buen adicto a scrollear, un buen día me apareció una entrevista de un señor cuya respuesta a qué le gusta hacer fue: “Sí, a mí me gusta llorar por las tardes”. El entrevistador le pregunta por qué, y nuevamente el señor, con una contundencia brutal, responde que le parece muy lenitivo… que ablanda o suaviza, pues.

Sus principales estimulantes de la lágrima son Chet Baker y la nostalgia, también la idea de que la vida —su vida— se va a acabar.

Chet Baker tocando la trompeta

Me considero una persona con una curiosidad inagotable; y en ella existe la cotidiana actividad de buscar estímulos de toda clase. Sin duda, mi favorito es aquello que conmueve. Me parece una gran actividad sentarse los sábados por la tarde a sentir. Normalmente mi algoritmo me arroja ese tipo de contenido por las noches y, de pronto, muy de vez en cuando, me aparece algún reel o publicación que toca mis fibras más sensibles: algo sobre el amor, la muerte, mis padres o mis amigos. Antes de dormir, una lagrimeada y ya está.

Me parece una gran actividad sentarse los sábados por la tarde a sentir.

Quizá es muy boomer de mi parte, pero siento que nuestra generación (30-35) y las generaciones subsecuentes se están perdiendo la gran oportunidad de ser conmovidos. Tal vez nuestra poca capacidad de concentración no nos permite contemplar lo que nos rodea, y mucho menos contemplarnos a nosotros mismos. Insisto, quizá es un romanticismo cursi mío, pero a medida que avanzo en la vida disfruto más de una novela o película que cuenta algo cotidiano y no tanto de alguna historia política o revolucionaria con una gran producción.

Es difícil encontrar obras nuevas cuyo origen sea una proto-emoción, porque la mayoría de lo producido hoy solo busca entretener y pasar el tiempo. No digo que esté mal, solo que nos estamos perdiendo de una experiencia muy hermosa y humana en lugar de engendrar algo que trascienda nuestras barreras emocionales.

Después de siglos de arte y cultura, tenemos poemas, canciones, pinturas y reflexiones que nos pueden conmover. Solo hay que buscarlos. Se me vienen a la mente grandes canciones como King de Florence + the Machine o buenos poemas de Whitman. Lamentablemente, ya no es mainstream, y lo mainstream definitivamente no busca causar esa bruma emocional que golpea y nos deja vulnerables, con la piel expuesta a las sensaciones de estar vivos. Por otro lado, las mega producciones están más enfocadas en que perreemos hasta el piso. No me atrevo a decir que los artistas del momento son malos —¿quién soy yo para juzgar?—, pero estoy seguro de que Ozuna no me va a dejar llorando un sábado por la tarde.

Florence + the Machine en concierto

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