Ante los acontecimientos de salud y principalmente de violencia que hemos vivido durante los últimos años, nos hemos visto obligados a enfrentar la perdida de personas conocidas, familiares, amigos, y muchas veces también la pérdida del trabajo.
Esto ha ocasionado que en cada uno de nosotros se vivan diferentes emociones, quizá de tristeza, angustia, desesperanza, miedo, preocupación, impotencia, inseguridad, enojo, desilusión, y no es para menos. Estas situaciones son una realidad que nos acompañan día con día; te pregunto, ¿qué es lo que te ha tocado vivir? ¿Cómo estas viviendo en estos momentos? ¿Qué pensamientos son los que te acompañan, y cómo te estás sintiendo?
Un pensamiento de RilKe que me parece interesante, confrontativo y real, dice:
“El que no acepta de una vez con resolución incluso con alegría, la dimensión terrible de la vida, nunca disfrutara de los poderes infalibles de nuestra existencia, quedara marginado y, a la hora de la verdad, ni vivo ni muerto”
Al leer este pensamiento me cuesta trabajo incorporar la palabra “aceptación de lo terrible”, es como no tener esperanza de vivir en un mundo mejor.
Hoy por la mañana llevé a mi nieta de 7 años a la escuela, en el trayecto me contó que estaba nerviosa por el simulacro que harían los niños; le pregunte si era un simulacro para saber que hacer en caso de un temblor y me contestó que no, que era para los balazos. En ese momento me sentí enojada y preocupada por lo que estaba sintiendo mi nieta, me dijo que ella no le tenía miedo a los simulacros de los temblores pero sí a este, me preguntó que si yo tenía miedo de las pistolas y le conteste que sí. Hace unas semanas, cuando estábamos jugando en su casa y escuchábamos cualquier sonido, me decía que si era para los balazos; es decir, para protegernos.
Me siento impotente para responderle; para decirle que sí, que estamos viviendo en un país donde hay temor por la violencia, que cada día hay muertos, feminicidios, desaparecidos, y a pesar de todo esto buscamos la manera de seguir adelante con la esperanza de que cambie.
¿Qué es lo que el autor nos querrá dar a entender con este pensamiento? La no aceptación de una de las dimensiones de la vida que los seres humanos experimentamos como la violencia, las dificultades, las pérdidas, etcétera.
Podríamos quedar atrapados y viviríamos nuestros días sintiéndonos ni vivos ni muertos.
¿Cuántas veces hemos vivido una tragedia que nos cuesta trabajo aceptar o nos mantenemos mucho tiempo detenidos? Sumergidos en nuestra subjetividad y en esos pensamientos que vienen a nuestra mente una y otra vez dándole vueltas a lo sucedido o con temor a lo que sucederá.
Los seres humanos estamos inmersos en la vida relacionando el contexto en el que vivimos con nuestros pensamientos. Muchas veces nos cuesta un tiempo comprender qué fue lo que sucedió, pero lo interesante de esto es que tenemos la capacidad de romper con los significados de hechos vividos; de influir en nuestra realidad mediante nuestro diálogo interno para poder liberarnos de esos universos de significación que nos mantienen en el sufrimiento o la victimización.
El diálogo interno es una herramienta poderosa porque posibilita la función de aceptar lo no aceptado a partir de la facultad de pensar, plasmar, decidir para poder transformar. Vygotsky señaló que el lenguaje es una manera de ordenar nuestros propios pensamientos sobre las cosas, un modo de organizar la percepción y la acción. Estar conscientes de nuestros pensamientos es un desafío que requiere voluntad, la voluntad para cambiar ese estado de malestar y ordenar nuestros pensamientos.
La observación ante los acontecimientos que vamos enfrentando día con día es una práctica que debemos de tener presente, estar atentos a nuestro pensamiento, ¿cómo nos estamos sintiendo? ¿Tranquilos, preocupados, temerosos? ¿Cómo nos estamos expresando ante lo que percibimos?
Los seres humanos tenemos la libertad de transformar lo que nos es dado o determinado, tenemos que resolver acerca de nuestro movimiento interno porque muchas veces llegarán a nosotros situaciones que no pedimos vivir; que no nos gustan y quizá no lo podamos resolver porque no está en nuestras manos, pero lo que sí está es decidir cómo queremos sentirnos.
En mi caso, cuando dejé a mi nieta en la escuela y la vi caminando hacia la entrada jalando su mochila con una actitud de preocupación o temor, me fui sintiéndome igual de preocupada que ella, me ardía el estómago, sentía temor, en esos momentos tanto ella como yo compartíamos las mismas emociones cada una en diferente lugar, ella en su escuela y yo de camino a su casa. Me di cuenta de lo mal que me sentía, confié y tomé la decisión de pensar que ella va a estar bien; en ese momento me sentí mas tranquila.
Esta es otra experiencia que viví hace algunos años: cuando mi papá murió sentía miedo porque pronto llegaría la navidad y él no estaría presente, pensaba que sufriríamos mucho mis hermanos, mi mamá y los nietos de mi papá; en ese momento que los pensamientos me invadían, tomé la decisión de que esta sería la mejor navidad, aunque él no estuviera presente.
Hablé con mi mamá y le dije que hiciéramos de esa una navidad inolvidable; lo compartimos con la familia y aunque sabíamos que estábamos sufriendo por su partida las cosas se acomodaron para que cada quien lo aceptara. Cuando llegó el día mí mamá había adornado la casa como nunca, llena de luces, todos estábamos contentos, nos sentamos a la mesa para cenar, el lugar de mi papá estaba vacío, pero los nietos comenzaron a echarle porras al abuelo, cada uno de nosotros desde nuestra propia subjetividad hizo presente al padre, al esposo, al abuelo y decidimos no padecer esos momentos en los que físicamente ya no estaba con nosotros durante la navidad, no como años atrás.
Meses después, con mis hermanas comentamos que cuando veíamos un colibrí pensábamos que era nuestro papá que nos venía a visitar y casualmente todas sentíamos lo mismo. Resignificamos la muerte de mi papá honrando su vida, ofreciendo lo que a él le hubiera gusta ver en navidad, que estuviéramos felices y lo recordáramos con amor. En estas dos situaciones que les compartí, la de mi nieta y la de mi padre, tomé la decisión de querer sentirme mejor, de no padecer estos sucesos; en algunas ocasiones ––según lo que me ha tocado vivir–– lo he logrado en poco tiempo, pero a veces no es tan fácil y me he tardado un poco más.
Los seres humanos tenemos la capacidad de construir nuestras realidades, repensar nuestra subjetividad; transformar nuestros significados para darle un sentido a la vida. Busca en ti ese pensamiento recurrente, observa cómo te hace sentir y reflexiona, en esta introspección quizás puedas darle un significado diferente al hecho que estas viviendo, quizás también el estar inmerso en la vida, el mundo tenga una respuesta para ayudarte a resignificar tu experiencia.
Seguramente habrá caminos y posibilidades que nos permitan desplegarnos y seguir adelante. Seligman (1990) nos dice que tenemos la posibilidad de aprender a ser optimistas, a superar los obstáculos que se nos presentan. Estudios han demostrado que cuando las personas creen que pueden, y tienen esperanza, salen más fortalecidos de aquellas situaciones difíciles que se están viviendo.
Como lo mencioné, en algunas ocasiones tardamos un tiempo en resignificar los acontecimientos difíciles, pero tenemos esa capacidad para construir realidades diferentes aun cuando sean muy dolorosas; reflexionemos nuestra subjetividad, el desafío es comprender que desde la reflexión podremos hacer un cambio, recuerden detenerse en estos dinamismos internos y dar la posibilidad de plantear nuevas realidades o como señala Rilke,
“quedaremos marginados y, a la hora de la verdad, ni vivo ni muerto”.