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Un castillo para la oratoria: cinco razones para hablar mejor en público.

La oratoria, como un castillo, debe ser sólida, estratégica y conectar con su audiencia. Un arte que nos une y nos defiende. 🏰

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Hace unos días, unos amigos que recientemente habían viajado a la Ciudad de Praga me compartieron una foto de un monumento a la Oratoria en la Iglesia de San Felipe. Al recibir la fotografía, sentí un gran asombro, pero aún más curiosidad, por lo que dirigí mis esfuerzos a conocer más sobre su historia.

Durante el siglo XV, en esta iglesia se fundó la Congregación Oratoriana, una vertiente religiosa establecida por San Felipe Nerí en 1575. Esta congregación era una asociación de sacerdotes seculares que vivían en comunidad sin hacer votos monásticos y se dedicaban a la oración, una predicación cercana al pueblo y el servicio pastoral. Esto pone de manifiesto la relación entre la oratoria y su propósito original: servir a la gente y ser un medio para fortalecer los lazos sociales.

Es interesante observar cómo la oratoria y un castillo pueden relacionarse de diversas maneras, tanto simbólicas como estructurales:

  1. Estructura sólida: Así como un castillo necesita una base firme para mantenerse en pie, un discurso debe estar bien estructurado, con una introducción, desarrollo y conclusión clara.
  2. Defensa y persuasión: Un castillo protege a sus habitantes, mientras que la oratoria es una herramienta para defender ideas y persuadir a los demás.
  3. Impresión y majestuosidad: Un castillo impone respeto y deja una impresión duradera, al igual que un discurso bien elaborado y entregado con elocuencia.
  4. Estrategia: Al igual que un castillo está diseñado estratégicamente para resistir ataques, un buen orador debe planear sus argumentos y anticipar objeciones.
  5. Puentes de conexión: Muchos castillos tienen puentes levadizos que permiten o restringen el acceso; en la oratoria, las palabras y el tono crean conexiones o levantan barreras entre el orador y su audiencia.

El contexto histórico de Praga refuerza la idea de que nuestra labor como oradores es una labor pública urgente. Sin estos recuerdos, no existirían monumentos a la memoria ni escalafones para el servicio. La oratoria, tanto en la Iglesia de San Felipe como en la actualidad, debe servir siempre al pueblo, ya sea promoviendo la cultura o, como en el pasado, fomentando la oración como un encuentro con uno mismo. La oratoria es una ventana al mundo y, al mismo tiempo, una muralla contra el fanatismo.

Monumento a la Oratoria en la Iglesia de San Felipe, Praga

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