En México, cuando hablamos de micro, pequeñas y medianas empresas, hablamos de millones de personas que sostienen la economía nacional. Empresarios son el señor de la tiendita, el del taller mecánico, la señora de la cafetería o quien tiene una pequeña imprenta. Más del 99% de las unidades económicas en México son MiPyMEs que, según el INEGI, generan juntas más del 70% del empleo formal y el 50% del PIB. Pero las MiPyMEs no solo impulsan la economía: también aportan capital social, fortalecen las relaciones de confianza y ayudan a construir el tejido comunitario.
Durante la pandemia, este tipo de empresas fueron profundamente afectadas. Sin una red de apoyo gubernamental y sin la posibilidad de seguir operando, cientos de miles de pequeños negocios cerraron sus puertas sin que nadie respondiera por ellos. Entre 2019 y 2023, más de 1.4 millones de MiPyMEs desaparecieron del mapa económico nacional. Esa omisión del gobierno federal sigue cobrando factura, especialmente en los sectores más vulnerables.
A pesar de todo, las MiPyMEs resisten: se reinventan, colaboran y crean redes. Generan empleos, son espacios de aprendizaje, de movilidad social y de arraigo comunitario. Cada pequeño negocio que sobrevive representa también una apuesta por la dignidad, la autonomía y una economía más cercana a las personas.
Por eso, desde el Congreso de la Ciudad de México, debemos impulsar una agenda integral que combine:
financiamiento accesible,
asesoría técnica,
digitalización,
impulso a la formalización, y —sobre todo—
certeza jurídica.
Porque ninguna empresa, por más pequeña que sea, puede crecer en un entorno donde la ley no se cumple o cambia sin aviso. La reciente discusión sobre la reforma al Poder Judicial también es una mala noticia para la economía: para que haya inversión, crecimiento y empleo, debe existir un marco normativo confiable, imparcial y predecible. Sin justicia efectiva, no hay economía posible.
Impulsar a las MiPyMEs es una apuesta por el tipo de ciudad que queremos construir: Una ciudad donde el trabajo se valore, donde la productividad sea horizontal, donde exista la libertad de emprender y la seguridad para confiar en los frutos de esa inversión. Una ciudad en la que las redes de colaboración impulsen la economía y donde las personas encuentren, en su esfuerzo cotidiano, una vía legítima para salir adelante. Apostar por las MiPyMEs es, en el fondo, apostar por una economía más justa, más cercana y más humana.