El liderazgo es un ámbito donde convergen múltiples simbolismos y, en el caso de una mujer presidenta, también emergen sesgos y estereotipos. Este sábado se conmemoró el Día Internacional de la Mujer Trabajadora con una marcha en la Ciudad de México que congregó a 250,000 personas. Marcharon entre cantos, tambores y pancartas que recordaban a las desaparecidas y denunciaban la discriminación machista a la que aún hoy estamos expuestas. Mujeres de diversas interseccionalidades (blancas, indígenas, afrodescendientes, trabajadoras del hogar, estudiantes, profesionistas, madres acompañadas por sus hijos) alzaron la voz para exigir justicia e igualdad, metas que aún no se han alcanzado en 2025, incluso con una presidenta en el poder.
Aunque la marcha se realiza desde hace muchos años, la de 2020 marcó un hito. A principios de ese año, tres feminicidios de alto impacto mediático (los de Abril Pérez Sagaón, Ingrid Escamilla y la niña Fátima Aldrighett) generaron indignación en miles de mujeres que se movilizaron para la marcha y convocaron al paro de mujeres “Un día sin nosotras” el 9 de marzo. Al igual que en México, en Europa y América Latina se convocaron grandes concentraciones a través de las redes sociales, promoviendo la movilización y la resistencia. La entonces Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, al día siguiente, condenó las pintas y destrozos realizados en la marcha al día y salió ella misma a limpiar el metro, reforzando estereotipos de género. Por su parte, el presidente López Obrador convocó a las mujeres de su gabinete para que lo arroparan en un evento bastante criticado.
Con Sheinbaum ya como la primera presidenta, Clara Brugada como Jefa de Gobierno de la Ciudad y Alessandra Rojo de la Vega como Alcaldesa de Cuauhtémoc (donde se lleva a cabo la marcha), las expectativas eran altas. Si bien la marcha se desarrolló sin contratiempos, con saldo blanco y apoyo en forma de baños, paramédicos y fuentes de hidratación, hubo algo que desentonó. Se volvieron a ver las vallas alrededor del Palacio Nacional, cercando el recinto, tal como en el sexenio pasado, mientras en su interior se llevaba a cabo un evento exclusivo encabezado por la presidenta, evidenciando quiénes, de “todas“, sí llegaron.
Al día siguiente, el panorama cambió: se esperaba una congregación de apoyo a la presidenta por su manejo diplomático hacia Donald Trump y su guerra arancelaria. Se instaló un templete y no se protegió el Palacio Nacional. Sin embargo, la nota fue el desaire que le hicieron miembros de su partido. Andy López Beltrán, Luisa María Alcalde, Adán Augusto López, Manuel Velasco, Victoria Rodríguez Ceja y Alejandro Esquer dieron la espalda a Sheinbaum cuando ingresaba al evento, según explicaron en sus disculpas públicas, “mientras se tomaban una selfie y por la euforia del momento”.
El liderazgo y la cercanía se manifiestan tanto en acciones como en simbolismos. Sheinbaum, la candidata presidencial más votada, con un índice de aprobación del 80%, aún tiene que aprender a interpretarlos y aplicarlos.