El partido izquierdista Nuevo Frente Popular (NFP), liderado por Jean-Luc Mélenchon, ha sorprendido al convertirse en el más importante en el parlamento francés, aunque aún está lejos de una mayoría absoluta.
Hace un par de semanas se avizoraba el triunfo de la extrema derecha en Francia debido a los alarmantes resultados de la primera vuelta, qué en conjunto con los resultados de Reino Unido, marcarán una nueva era en la estructura política europea.
Muchas fueron las expectativas alrededor de lo que constituiría un hecho sin precedentes en la historia moderna de ese país, sin embargo, el domingo pasado el resultado sorprendió por completo, ya que el partido izquierdista Nuevo Frente Popular (NFP), liderado por Jean-Luc Mélenchon, se ha convertido en el más importante en el parlamento francés tras las elecciones legislativas convocadas por Macron. El NFP obtuvo 182 de los 577 escaños en la Asamblea Nacional, aunque aún está lejos de los 289 escaños necesarios para dominar la cámara baja.
El representante de extrema izquierda y ex trotskista, fue el primero en declarar el triunfo; a la par pidió a Macron que invitara al NFP a formar un gobierno que promete entre varias cosas, el aumento salarial de mínimo 14%, reestablecer impuestos a la riqueza y limitar los precios de energía. Dicho personaje además es admirador de Hugo Chávez, no ha opinado al respecto de la invasión rusa en Ucrania e insiste en la idea de que Francia debería dejar de pertenecer a la Unión Europea.
Por otro lado, Ensamble (Juntos) de Macron, su coalición de centro, quien convocó a estas elecciones incluso en contra del asesoramiento de sus aliados más cercanos, tuvo un resultado moderado al obtener 168 de los 250 escaños que tiene el parlamento saliente.
Los resultados desconciertan en todos los sentidos. El partido de derecha conservadora, Agrupación Nacional de Marine Le Pen, que según las encuestas de hace dos semanas encabezarían la segunda vuelta, se convirtió en el tercer bloque parlamentario con 143 escaños, representando un salto casi doble con respecto a los 88 escaños del parlamento saliente y muestra cómo la extrema derecha está ganando terreno en la ideología colectiva.
Los votantes han elegido un Parlamento con una mayoría fragmentada y Francia se enfrenta a diversas maniobras políticas, en donde Macron tendrá que trabajar en una coalición mayoritaria con la finalidad de consensar la elección del próximo primer ministro, que de acuerdo con la tradición, debería salir del bloque parlamentario más grande, en este caso el NFP.
La primera lección es que los franceses siguen rechazando la extrema derecha, aunque si Francia tuviese un sistema electoral de mayoría simple, el partido de Le Pen habría tenido la posibilidad de ganar una mayoría absoluta. Solo para poner un ejemplo del impacto del discurso de extrema derecha, desde su campaña en 2017, Le Pen se ha autoproclamado como feminista no hostil, fomentando la idea errónea de que el feminismo implica el odio a los hombres y lo ha instrumentalizado como estrategia, una estrategia política excluyente y peligrosa bajo la bandera que representa los intereses de las mujeres blancas como carta para encubrir sus discursos racistas, xenófobos e islamofóbicos y planteando un molde femenino francés que permea en un creciente movimiento alrededor de la familia tradicional observado también en gobiernos como el de El Salvador o Argentina y que está permeando en la agenda republicana en Estados Unidos y otros más.
La segunda lección es que ningún extremo es bueno, considerando lo que los extremos han traído en las relaciones geopolíticas y será también un buen termómetro para medir la capacidad de los franceses de negociar y consensar, y aunque si bien la dificultad se multiplica con un Parlamento fragmentado, lo cierto es que probablemente sea lo más conveniente para Francia en este momento.
Elvira Janett Lucio Duana es feminista en deconstrucción, mamá, intraemprendedora, miembra de Aúna, consultora en innovación social y en proyectos de emprendimiento, y editora de La Biblioteca Estelar.
Estudió Relaciones Internacionales y tiene una maestría en Administración Pública. Fue miembra de la Asociación Mexicana de Medios de Comunicación, asesora del COMCE Estado de México, asesora de asuntos multilaterales en la Coordinación de Asesores de la SECTUR Federal y colaboró con Jorge Castañeda Gutman.
Como todo buen adicto a scrollear, un buen día me apareció una entrevista de un señor cuya respuesta a qué le gusta hacer fue: “Sí, a mí me gusta llorar por las tardes”. El entrevistador le pregunta por qué, y nuevamente el señor, con una contundencia brutal, responde que le parece muy lenitivo… que ablanda o suaviza, pues.
Sus principales estimulantes de la lágrima son Chet Baker y la nostalgia, también la idea de que la vida —su vida— se va a acabar.
Chet Baker tocando la trompeta
Me considero una persona con una curiosidad inagotable; y en ella existe la cotidiana actividad de buscar estímulos de toda clase. Sin duda, mi favorito es aquello que conmueve. Me parece una gran actividad sentarse los sábados por la tarde a sentir. Normalmente mi algoritmo me arroja ese tipo de contenido por las noches y, de pronto, muy de vez en cuando, me aparece algún reel o publicación que toca mis fibras más sensibles: algo sobre el amor, la muerte, mis padres o mis amigos. Antes de dormir, una lagrimeada y ya está.
Me parece una gran actividad sentarse los sábados por la tarde a sentir.
Quizá es muy boomer de mi parte, pero siento que nuestra generación (30-35) y las generaciones subsecuentes se están perdiendo la gran oportunidad de ser conmovidos. Tal vez nuestra poca capacidad de concentración no nos permite contemplar lo que nos rodea, y mucho menos contemplarnos a nosotros mismos. Insisto, quizá es un romanticismo cursi mío, pero a medida que avanzo en la vida disfruto más de una novela o película que cuenta algo cotidiano y no tanto de alguna historia política o revolucionaria con una gran producción.
Es difícil encontrar obras nuevas cuyo origen sea una proto-emoción, porque la mayoría de lo producido hoy solo busca entretener y pasar el tiempo. No digo que esté mal, solo que nos estamos perdiendo de una experiencia muy hermosa y humana en lugar de engendrar algo que trascienda nuestras barreras emocionales.
Después de siglos de arte y cultura, tenemos poemas, canciones, pinturas y reflexiones que nos pueden conmover. Solo hay que buscarlos. Se me vienen a la mente grandes canciones como King de Florence + the Machine o buenos poemas de Whitman. Lamentablemente, ya no es mainstream, y lo mainstream definitivamente no busca causar esa bruma emocional que golpea y nos deja vulnerables, con la piel expuesta a las sensaciones de estar vivos. Por otro lado, las mega producciones están más enfocadas en que perreemos hasta el piso. No me atrevo a decir que los artistas del momento son malos —¿quién soy yo para juzgar?—, pero estoy seguro de que Ozuna no me va a dejar llorando un sábado por la tarde.
Hace unos días tuve la oportunidad de escuchar a Malala Yousafzai. Malala se convirtió en un símbolo internacional de la defensa de los derechos humanos, -particularmente del derecho de las niñas a acceder a la educación-. La participación siempre serena y clara en donde explica cómo es que las niñas en otras geografías pueden imaginar y crear otros mundos posibles, es especialmente posible cuando les enseñamos que pueden usar su voz, acompañar la creación de otros espacios y generar otras sinergias en las que quepamos todas las personas en cualquier lugar.
Malala Yousafzai con la presidenta Claudia Sheinbaum
Y aunque ese mundo podría ser posible, existen factores fuera del control de las personas que resultan determinantes para acceder a la educación como lo explica Malala, pero también a vivienda, salud, transporte, alimentación y una serie de elementos que impacta directamente en su desarrollo. Estos factores de movilidad social se explican por un lado desde las desigualdades sociales, pero también desde la falta de inversión e infraestructura que por un lado impactan en el crecimiento económico y por otro en el acceso al mercado laboral.
Y esta desigualdad se profundiza cuando hablamos de los cuidados. El trabajo de cuidados -porque es un trabajo, directo o indirecto-, son todas aquellas actividades realizadas para garantizar el bienestar cotidiano y el desarrollo de las personas desde diversas perspectivas: física, económica, emocional, etc., y recaen en su mayoría, en las mujeres. Esta sobrecarga de trabajo obstaculiza la participación en el mercado laboral, la educación y el ejercicio de derechos humanos y tiene incluso un impacto profundo en la salud mental.
Trabajo de cuidados
De acuerdo con el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, el peso de la protección social en la desigualad de oportunidades es mayor (38 %) para la población con origen socioeconómico bajo, en comparación con el total de la población (11 %) y la ausencia de esquemas de protección social a lo largo de la vida limita las opciones de movilidad social ascendente entre las mujeres.
Existen varios elementos a considerar para lograr un Sistema Nacional de Cuidados, pero uno y considero es el más importante, es contar con una agenda transversal que genere información, datos y estadísticas que permitan entender, socializar y avanzar la economía de cuidados y que a su vez incluya el gasto social, emocional, físico y fiscal de la propuesta.
Lo cierto es que las normas socialmente establecidas han impactado históricamente en las políticas públicas, asignación de recursos y decisiones institucionales que permea directamente en las tareas de cuidados y su distribución, pero reconocer que todas las personas en algún momento requerimos y requeriremos cuidados -desde las infancias, hasta las personas adultas mayores y con discapacidad-, y que las personas cuidadoras están fuera de los esquemas de movilidad social, es fundamental para reducir las desigualdades.
Así como lo dijo Malala: “vivimos como una familia de naciones. Es necesario que cada miembro de esa familia reciba oportunidades iguales de crecimiento económico, social y educativo. Si uno de los miembros se rezaga, el resto no podrá continuar hacia adelante”.
Esmeralda, una adolescente de 14 años de Huimilpan, Querétaro, ha sido acusada de infanticidio tras sufrir un aborto espontáneo a las 36 semanas de gestación. La menor, víctima de violación, desconocía su embarazo hasta el momento del aborto. Según la fiscalía, el bebé nació con vida, pero la causa de su muerte fue asfixia.
En la conferencia matutina de ayer, la presidenta Claudia Sheinbaum afirmó que Esmeralda no debe ser criminalizada y pidió a la secretaria de las Mujeres, Citlalli Hernández, intervenir en el caso. Hace 17 años, se despenalizó la interrupción del embarazo en la Ciudad de México, y en 2021, la Suprema Corte declaró inconstitucional la penalización del aborto en todo el país. Sin embargo, en Querétaro aún se considera un delito. Además, este estado ocupa el tercer lugar en embarazos de niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años, con 278,557 casos, según cifras del INEGI.
Fiscalía desmiente que joven haya abortado en Huimilpan
Las mujeres en los 14 estados donde la interrupción del embarazo aún no es legal son tratadas como ciudadanas de segunda clase, pues no cuentan con los mismos derechos que el resto de las mexicanas. No pueden decidir si quieren ser madres y cuándo. La situación es aún más grave para mujeres con discapacidad, indígenas y afromexicanas en comunidades remotas y para niñas, adolescentes y víctimas de violencia sin recursos para viajar a otro estado o incluso para vivir dignamente, mucho menos para mantener a una criatura. Garantizar el derecho al aborto significa dar a las mujeres la posibilidad de decidir sobre su futuro. Sin embargo, este derecho no debe limitarse solo al acceso al procedimiento. La verdadera autonomía implica también una vida libre de violencias, acceso a independencia económica y la capacidad de romper el “piso pegajoso” que las mantiene en desventaja.
Garantizar el derecho al aborto es dar a las mujeres la posibilidad de decidir sobre su futuro.
La crianza se convierte en una condena cuando el cuidado recae exclusivamente en las mujeres y ni el Estado ni el sector privado colaboran para aliviar esa carga. Hoy, 29 de octubre, Día Internacional de los Cuidados y Apoyos, es un momento oportuno para reflexionar sobre la necesidad de desfamiliarizar y desfeminizar los cuidados. Garantizar a todas las mujeres la posibilidad de decidir sobre su cuerpo es solo el primer paso. El siguiente es asegurar que, si eligen ser madres, no vean limitado su crecimiento personal y profesional por la falta de corresponsabilidad en el cuidado.