Una de las preocupaciones más grandes que tenemos las mamás y papás de niñas y niños en edad escolar es saber si la educación que reciben podrá ayudarles a tener una vida satisfactoria y próspera.
Desde que Morena encabeza el gobierno federal, nos han querido hacer creer que la educación de calidad es excluyente, que la escuela pública mexicana no debe educar niños en ciencias, sino en saberes ancestrales. Además, han terminado con la posibilidad de evaluar la educación, cancelando instituciones y nuestra participación en exámenes internacionales que nos permitían saber si nuestras niñas y niños aprenden o no.
Es alarmante saber que la escuela no esté sirviendo para generar los conocimientos básicos en los más jóvenes. En un entorno en donde la inteligencia artificial y la prevalencia de la tecnología, que ofrece toda la información, son cada vez más relevantes, nuestras niñas y niños necesitan desarrollar el pensamiento crítico, la capacidad de deducir y de debatir con fuentes dudosas de información. La capacidad de corroborar información exige la habilidad de pensar y de cuestionarse esa información.
Es una injusticia que el Estado mexicano renuncie a la obligación de educar y genere una desigualdad mayor entre quienes tienen acceso a la educación privada y quienes acuden a la escuela pública, que debe regirse al 100% por los nuevos criterios que ha impuesto el gobierno.
El 14 de marzo se celebra el Día Mundial de las Matemáticas, y esta efeméride nos da pretexto para hablar de la calidad de la enseñanza en la Ciudad de México.
Los resultados de la prueba PISA 2022 revelan que México obtuvo un puntaje promedio de 395 en matemáticas, 14 puntos menos que en 2018, situándose en el lugar 35 de 37 países evaluados por la OCDE. Aunque estos datos reflejan la situación nacional, la Ciudad de México, al ser una de las entidades con mayor inversión educativa y más niños en edad escolar, debería aspirar a liderar en desempeño académico. Ante la extinción del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, además, nos hemos quedado sin la posibilidad de conocer la realidad del aprendizaje de nuestras niñas y niños, de su evaluación en el tiempo y del desempeño entre entidades.
La educación es fundamental. No solo para ofrecer una posibilidad de desarrollo, para poder hablar de una verdadera igualdad de oportunidades y de habilitar que nuestras infancias elijan la vida que quieren, sino porque sin educación no podremos enfrentar los retos de productividad, desarrollo y, sobre todo, de seguridad que debemos enfrentar como país.
El gobierno tiene que entender que un país próspero no se construye sin ciencia y que la ciencia no puede prosperar en un país sin educación. Ojalá no condenen a millones de niños a vivir sin alternativas porque no quisieron educarlos a tiempo. A nosotros, a todos, nos toca exigir que no sea así.