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La culpa no era mía

El fuero en México, lejos de ser una garantía, se ha convertido en un símbolo de impunidad y desigualdad, afectando sobre todo a las mujeres.

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El fuero en México, esa protección jurídica que se otorga a ciertos funcionarios públicos para librarse de ser procesados judicialmente, es más que una simple figura legal: es un símbolo de desigualdad y de injusticia para miles de mexicanos. En su origen, el fuero fue concebido como un escudo para que los servidores públicos pudieran desempeñar sus funciones con libertad y sin temor a represalias. Sin embargo, en la práctica, este mismo fuero ha servido de refugio para la impunidad, un muro invisible que deja a las víctimas desprotegidas y a las voces más vulnerables ahogadas en el silencio.

“es más que una simple figura legal: es un símbolo de desigualdad y de injusticia para miles de mexicanos.”

Hoy, el fuero ya no solo se ve como un privilegio para los poderosos, sino como una barrera que refuerza la desigualdad, despojando a quienes han sufrido abusos de la posibilidad de justicia. Y cuando hablamos de género, el fuero se convierte en un instrumento aún más peligroso, perpetuando estructuras de poder que se sostienen sobre la explotación, la negligencia y la violencia, sobre todo hacia las mujeres.

“el fuero ya no solo se ve como un privilegio para los poderosos, sino como una barrera que refuerza la desigualdad.”

¿El Fuero: una herramienta de poder que excluye a la ciudadanía?

En su definición más simple, el fuero otorga inmunidad a los altos funcionarios del gobierno, desde el presidente hasta los legisladores, protegiéndolos de ser procesados judicialmente sin el consentimiento previo de la cámara que les da este poder. Bajo esta figura, alguien que ocupa una posición de poder, por encima de la ley, puede actuar sin temor a ser responsabilizado por sus actos, aún cuando estos afecten gravemente a los ciudadanos.

Esta protección se justifica, en teoría, para que los funcionarios puedan tomar decisiones en libertad, sin presiones. Pero, ¿quién protege a los ciudadanos de aquellos que se escudan en su poder? ¿Quién asegura que aquellos que han sido víctimas de abusos, negligencia o corrupción puedan acceder a la justicia, si aquellos responsables gozan de la impunidad? En un país donde la confianza en las instituciones está fracturada, el fuero no hace más que aumentar esa desconexión entre el pueblo y el poder.

Los derechos humanos son un llamado profundo e inquebrantable a la dignidad de todas las personas. Pero cuando el fuero permite que los responsables de abusos, actos de corrupción o violaciones a los derechos de la ciudadanía se queden impunes, se quiebra ese principio fundamental de justicia. En este sistema, aquellos que deberían velar por el bienestar de la nación terminan protegiéndose a sí mismos, mientras las víctimas -comúnmente las más vulnerables, como las mujeres, los pueblos indígenas y las personas de clases bajas- se ven obligadas a caminar solas por el arduo camino de la justicia.

“Los derechos humanos son un llamado profundo e inquebrantable a la dignidad de todas las personas.”

El derecho a la igualdad ante la ley es uno de los pilares de los derechos humanos. Pero en México, ese derecho se ve distorsionado cuando el fuero crea dos categorías de ciudadanos: los poderosos que están por encima de la ley, y los demás, que deben enfrentar las consecuencias de sus actos sin la protección que otorga el sistema. La ciudadanía ve cómo los funcionarios corruptos y negligentes escapan de la justicia, mientras los más débiles sufren las consecuencias de decisiones que nunca fueron suyas.

El fuero y su efecto en los derechos de las mujeres.

Cuando hablamos del fuero desde una perspectiva de género, las injusticias se amplifican. Las mujeres en México ya enfrentan una lucha constante contra la violencia, la discriminación y la exclusión. El fuero, entonces, no solo refuerza el poder de quienes ya se encuentran en posiciones de autoridad, sino que contribuye a una cultura de impunidad que perpetúa la violencia estructural contra las mujeres.

En casos de abuso o negligencia médica, por ejemplo, el fuero médico puede convertirse en un obstáculo insalvable para las víctimas, muchas de las cuales son mujeres. La omisión o negligencia de un profesional de la salud que goza de fuero puede significar que las mujeres no tengan el derecho a ser escuchadas, a que su dolor sea reconocido, a que su sufrimiento sea reparado. Si un médico o un servidor público actúa con violencia o desdén hacia una mujer, el fuero le otorga una protección que deja a la víctima desamparada.

“Las mujeres en México ya enfrentan una lucha constante contra la violencia, la discriminación y la exclusión.”

Este efecto es aún más complejo en un contexto donde las mujeres, especialmente las indígenas, afromexicanas, de la ruralidad, de la diversidad o en situación vulnerable, ya enfrentan dificultades sistémicas para acceder a la justicia. La figura del fuero, lejos de ser una garantía, se convierte en una extensión de las estructuras patriarcales que buscan perpetuar un sistema de privilegios en el que la voz y los derechos de las mujeres son los más fácilmente ignorados.

El fuero en México, tal como se encuentra establecido en la actualidad, es una herida abierta. Una herida que permite que aquellos que deberían ser los guardianes de las leyes, en realidad, se protejan a sí mismos, dejando atrás a aquellos que más necesitan ser escuchadas. Para que México avance hacia una verdadera justicia social, es fundamental una reforma que elimine los privilegios del fuero y que garantice que todos, sin excepción, estén sujetos a las mismas reglas.

“Para que México avance hacia una verdadera justicia social, es fundamental una reforma que elimine los privilegios del fuero.”

Esto no solo debe ser un llamado a la equidad entre ciudadanos, sino también un grito de justicia para las mujeres que, históricamente, han sido las más afectadas por la impunidad y el abuso del poder. La reforma al fuero debe ser una oportunidad para construir un sistema donde el derecho a la igualdad, la justicia y la dignidad se respete en su totalidad. Un México donde ningún funcionario pueda eludir su responsabilidad, donde ninguna mujer quede desprotegida ante el sistema, y donde todas las personas, puedan tener acceso a la justicia.

En memoria de Rosa María Romero Medina, quien me enseñó con su ejemplo de vida que los derechos de las personas siempre se defienden, que la empatía y el amor son la base de la sociedad y que las sociedades justas se logran transformandolas con el corazón.

 

 

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