En México, las mujeres representan más de la mitad de la población, pero su participación en el mercado laboral sigue siendo limitada. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2024, solo el 45% de las mujeres en edad productiva estuvieron empleadas, en comparación con el 78% de los hombres. Esta brecha de género no solo refleja desigualdades injustificables, sino que también implica una pérdida significativa de talento y productividad para el país.
En México, las mujeres representan más de la mitad de la población, pero su participación en el mercado laboral sigue siendo limitada.
Una de las principales barreras que enfrentan las mujeres para integrarse plenamente al mercado laboral es la carga desproporcionada de trabajo de cuidados no remunerado que realizan. En promedio, las mujeres mexicanas dedican 38.9 horas semanales a tareas de cuidado, mientras que los hombres destinan 30.6 horas. Es decir, dedican casi una jornada laboral completa a cuidar su hogar y a sus miembros. Esta “pobreza de tiempo” limita las oportunidades de las mujeres para acceder a empleos formales, continuar su educación o emprender proyectos propios.
La falta de servicios de cuidado infantil accesibles y de calidad agrava esta situación. Aunque existen iniciativas gubernamentales para establecer centros de educación y cuidado infantil, la cobertura sigue siendo insuficiente. En la Ciudad de México, por ejemplo, la gran mayoría de los Centros de Desarrollo Infantil (CENDIs) operan jornadas de medio tiempo, restando libertad a las cuidadoras principales para integrarse al mercado laboral. Por eso, en mi función como legisladora, he insistido mucho en ampliar los horarios de servicio, aprovechando la capacidad instalada.
En la Ciudad de México, por ejemplo, la gran mayoría de los Centros de Desarrollo Infantil (CENDIs) operan jornadas de medio tiempo, restando libertad a las cuidadoras principales para integrarse al mercado laboral.
Invertir en sistemas integrales de cuidado no es solo una cuestión de justicia social, sino también una estrategia económica inteligente. Estudios del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y de ONU Mujeres han demostrado que la implementación de políticas de cuidado puede aumentar la participación laboral femenina en hasta un 12% y generar un retorno económico significativo.
Además, al liberar a las mujeres de la carga exclusiva del cuidado, se fomenta un entorno donde pueden contribuir plenamente con su creatividad y habilidades al desarrollo económico y social del país. Esto es especialmente relevante en sectores como la ciencia, la tecnología y la ingeniería, donde la diversidad de perspectivas enriquece la innovación y la toma de decisiones, todas ellas, además, actividades en donde las mujeres están subrepresentadas.
Una de las principales barreras que enfrentan las mujeres para integrarse plenamente al mercado laboral es la carga desproporcionada de trabajo de cuidados…
Es fundamental que el Estado, el sector privado y la sociedad reconozcan el valor del trabajo de cuidados y promuevan su redistribución equitativa. Esto incluye la creación de más centros de cuidado infantil, la implementación de políticas de licencia parental equitativas y la promoción de una cultura que valore y comparta las responsabilidades del cuidado.
Solo al abordar estas desigualdades estructurales podremos construir una economía más inclusiva y aprovechar plenamente el potencial de todas las personas, independientemente de su género.
Solo al abordar estas desigualdades estructurales podremos construir una economía más inclusiva…