En la Ciudad de México, caminar, pedalear o manejar un coche es casi un deporte de alto riesgo. Lo que debería ser un acto cotidiano y, de hecho, un derecho, se ha convertido para millones de personas en una carrera de obstáculos debido a la pésima infraestructura y la inseguridad.
Como legisladora, estoy convencida de que la seguridad vial es un tema de justicia, porque el espacio público define quién puede habitar la ciudad y en qué condiciones. Hoy, niñas, niños, personas mayores, peatones y usuarios del transporte público siguen siendo los más vulnerables.
Cruce de peatonal Madero y eje central en Ciudad de México
En los últimos meses, desde el Legislativo, he hecho un esfuerzo constante por mejorar las condiciones del espacio público, presentando diversas iniciativas para recuperarlo como un entorno seguro, accesible y compartido para todas y todos.
Entre estas acciones, he solicitado mayor presencia policial en puntos donde los automovilistas han sido víctimas de asaltos violentos en el tráfico, un fenómeno en crecimiento que pone en riesgo tanto a conductores como a transeúntes. También he propuesto ordenar el uso de estacionamientos para motocicletas, considerando su uso cada vez más frecuente.
Pero hay un punto central que debemos entender: mientras no asumamos que la movilidad segura es un derecho, seguiremos diseñando ciudades que priorizan la velocidad sobre la vida y la comodidad sobre la justicia.
Nuevas señales de tránsito CDMX.
No podemos resignarnos a que las calles sean espacios peligrosos. Necesitamos invertir en infraestructura segura, repensar nuestras normas de tránsito y, sobre todo, fomentar una cultura vial que respete la vida. Una calle bien iluminada, bien vigilada, con señalización clara y rutas accesibles no solo reduce accidentes, sino que también dignifica la vida en la ciudad.
La seguridad vial no debe medirse solo en número de accidentes, sino en la confianza que podemos tener para movernos sin miedo a la violencia o a la negligencia.
Una ciudad segura solo puede construirse con decisión política, con presupuesto y con la voluntad de poner a las personas al centro de nuestras prioridades.