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De forma y fondo: la utopía de la participación ciudadana.

Hay una gran utopía cuando hablamos de democracia, ciudadanía y educación. Son tres grandes utopías que están intrínsecamente conectadas.

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Hay una gran utopía cuando hablamos de democracia, ciudadanía y educación. Son tres grandes utopías que están intrínsecamente conectadas y que explican muchos de los fenómenos políticos, económicos y sociales en el mundo.

Basta ver el inicio de la contienda interna hacia la candidatura presidencial de MORENA, que, aunado a los resultados de las elecciones estatales, la coalición a modo de los partidos de oposición e índices de participación ciudadana nos da mucho que pensar de cara al futuro de la vida democrática de nuestro país.

Aparece la utopía cuando hablamos de una democracia verdadera, ese entorno ideal para la educación, cuyo fin no debe limitarse a transmitir conocimientos y habilidades, sino también a cultivar el pensamiento crítico, la empatía y la participación ciudadana. Una educación de calidad que debe proporcionar las herramientas necesarias para que los individuos se conviertan en actores responsables y comprometidos con su comunidad.

Es utopía, cuando vemos que los esfuerzos locales se diluyen en desigualdad, en violación a derechos humanos, crimen y pobreza. Cuando se ve a la sociedad como un ente que hay que gobernar, cuando se le ve como capital político. Esa utopía que no alcanza a las comunidades menos favorecidas, a los grupos históricamente vulnerados y se queda allí, como un espejismo.

“La utopía está en el horizonte”, respondió Birri. “Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos, y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

Fernando Birri

En un sistema democrático ideal, la diversidad de ideas y opiniones es valorada y fomentada. Los centros educativos deben ser espacios donde se promueva el diálogo, el respeto mutuo y la tolerancia, donde las y los estudiantes aprendan a debatir y a considerar diferentes perspectivas. La democracia en la educación crea un ambiente en el que las juventudes pueden desarrollar su propio criterio y aprender a convivir pacíficamente con la diversidad.

La educación desempeña un papel fundamental en la promoción de una ciudadanía activa. Los individuos necesitan adquirir conocimientos sobre los derechos humanos, el funcionamiento de las instituciones democráticas y la importancia de la participación cívica. La educación también debe fomentar valores como la igualdad, la justicia y la solidaridad, que son fundamentales para una ciudadanía responsable y consciente.

La ciudadanía no se limita únicamente a una noción geográfica. Ser ciudadano implica la responsabilidad de participar activamente en la construcción de la sociedad, de respetar los derechos de los demás y de contribuir al bien común. En una utopía democrática, la ciudadanía se entiende como un compromiso universal, no solo dentro de los límites de un país, sino a nivel global.

Aunque la combinación perfecta de democracia, educación y ciudadanía pueda parecer utópica, lo cierto es que es necesario comenzar a apuntar a esa dirección de la manera correcta, sin capacitismo y con la plena convicción de que podemos construir una sociedad mejor. Involucrarnos en el desarrollo de actividades en beneficio de nuestras comunidades y tal vez empezar por algo mucho más sencillo como votar debe ser no una apuesta, sino nuestra responsabilidad.

 

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