¿Cuál ha sido la mejor época en la que el ser humano ha vivido en la Tierra, en donde no haya habido hambre, guerras, enfermedades, preocupaciones? Me pregunto esto porque no recuerdo, desde mi niñez, haber escuchado de momentos de verdadera paz en el mundo. Quizás por esa razón no sabemos cómo vivir en paz; hemos aprendido más sobre el poder, el racismo, el “cuánto tienes, cuánto vales”, el “quién eres, cuánto vales”.
Me da coraje y mucho enojo escuchar que “la historia se cuenta para que no se vuelva a repetir”, pero entonces me pregunto: ¿por qué seguimos viviendo las mismas injusticias? ¿Dónde están el respeto y la dignidad hacia los seres humanos hoy en día?
Ir a Estados Unidos, con estas ideas de racismo contra los latinos, y especialmente contra los mexicanos, es algo que, de ninguna manera, quisiera hacer. Es muy cruel saber que hoy en día no existe la empatía en muchos hombres poderosos, quienes además tienen los medios para comunicar sus ideales al mundo. No es posible que sigamos escuchando, con temor y enojo, cómo se refieren a los seres humanos como si no sintieran, como si solo quienes tienen poder tuvieran la razón.
¿Hasta cuándo nos tocará disfrutar de un mundo que es para todos? La madre naturaleza nos provee sin pedir un solo pago económico. ¿Cuál es la verdadera naturaleza del hombre? La autoconciencia de un ser pensante podría ser la definición más clara de la naturaleza humana, lo que nos distingue de los animales. Porque un animal sigue sus instintos, pero ser persona es vivir de acuerdo con las dimensiones de libertad, dignidad y creatividad.
Desafortunadamente, hoy nos encontramos —en muchos casos— viviendo con una despersonalización que se manifiesta en actitudes como atacar la vida, apagar el impulso de vivir, tomar todo, ejercer el autoritarismo. Sin embargo, aunque vivimos en tiempos marcados por la despersonalización, aún tenemos la posibilidad de transformarnos y transformar el mundo desde la libertad y la conciencia.
No tenemos que someter a la naturaleza, sino aceptarla y cuidarla. No podemos desvincular el cuerpo de lo espiritual: el cuerpo es lo que nos permite estar en el mundo y tener las experiencias que éste nos ofrece.
Personalizarnos es adaptarnos, transformarnos. Quizás esto sea complicado, pero tenemos la posibilidad de adaptar el mundo a nuestros fines, lo mejor que podamos. Porque en esta época que nos ha tocado vivir, seguir viviendo es nuestro deber, y claro que cada uno va construyendo su vida, su mundo.
Creo que todos tenemos la oportunidad, en este construir, de tener la mejor época de nuestra vida. Somos tan únicos, y aunque vivimos cosas parecidas, nunca las vivimos de la misma manera. Por eso tenemos que reflexionar sobre cómo estamos viviendo nuestra vida en este momento. Es una oportunidad tomar cada día las riendas de cómo queremos vivir, sin detenernos. Para algunas personas será a través del arte, para otras mediante la espiritualidad, la música o el servicio a los demás.
Pero no debemos olvidar que también somos responsables del Otro, de quien está junto a nosotros, e incluso de quien nunca conoceremos. ¿Por qué es tan difícil actuar así, si al final todos, absolutamente todos, terminaremos de la misma manera? No nos llevaremos nada cuando muramos, solo el haber vivido de una forma que nosotros mismos construimos.
Por supuesto que la mayoría de las personas no están de acuerdo con cómo están viviendo su vida. Pero, como lo comenté alguna vez con la reflexión de Paul Watzlawick: seamos más tolerantes, empáticos y conscientes con los otros y con uno mismo, y quizás de esta manera encontremos no obstaculizar la felicidad.
Haz un ejercicio: sé empático con quien está junto a ti. Y si esa persona no cambia o no lo acepta, tienes el derecho a retirarte sin lastimarte ni lastimar al otro. No podemos jalar y jalar a quien no quiere. Entonces, relacionémonos con lo que sí queremos para nosotros y compartámoslo con el otro sin esperar que cambie. Hagámoslo por nosotros mismos.
Cuando uno cambia, inspira. No se trata de forzar al otro, sino de vivir de forma tan auténtica que los demás quieran hacerlo también.
Quizás entonces comience un cambio en el mundo. Un mundo donde quienes se inclinan hacia el poder y el autoritarismo se den cuenta de que hay otra forma de vivir, más cercana a uno mismo y con una autorreflexión de conciencia sobre la verdadera naturaleza del ser humano.
Nos hemos apropiado de todo de forma absurda y egoísta. Y si hablo de la naturaleza, es porque ella nos regala cada día la vida sin ninguna intención de cobrárnosla.