El pasado 10 de abril se llevó a cabo la primera consulta popular del país propuesta por Andrés Manuel López Obrador, organizada por el Instituto Nacional Electoral y caracterizada por la poca participación ciudadana. En total se instalaron 57 000 casillas, solo una tercera parte de las instaladas en la elección del 6 de junio pasado ya que el INE no recibió el presupuesto solicitado.
En cada una de estas casillas podían votar en promedio 2000 personas, pero para que una consulta sea vinculante; es decir, que tenga efecto legal, debe contar con la participación de al menos el 40% de la lista nominal de electores: 37 439 000 mexicanos, cifra muy lejana a lo que se reportó en las calles a nivel nacional. Esto es un claro fracaso.
En el 2018 López Obrador obtuvo 30 000 000 de votos; tres años después (2021), su coalición solo contó con 21 000 000. Sin embargo, en la última consulta la cifra de votos fue de apenas 14 000 000 de sufragios. A pesar de que el INE hizo su trabajo de manera ejemplar, a pesar de los constantes ataques provenientes del ejecutivo federal, pareciera que el presidente no pierde oportunidad de enlodar a una de nuestras más importantes instituciones, pieza clave de la democracia nacional, la cual defenderemos desde la oposición, sin pretextos y a toda costa, pues es inocente pensar que AMLO no usa como chivo expiatorio al INE, para poder limpiar las culpas del enorme fracaso de la 4T.
La pregunta que mencionaba a los expresidentes no tuvo un solo voto a favor en la suprema corte; por eso, esa pregunta no estuvo en la boleta que se entregó a los electores. Pero sabemos que hubo una campaña de desinformación simulando que se iba a preguntar lo originalmente pretendido. Esto ha sido un intento deliberado confundir a la población y de paso dañar a varias instituciones autónomas. Se ha mentido respecto a que el INE decidió la fecha de la consulta y también es falso que se comenzó la difusión hasta el 15 de Julio del año pasado por decisión unilateral. El INE hizo todo lo que estaba a su alcance legal y presupuestal para la difusión de la consulta y quién miente en este caso tiene claramente poco compromiso democrático.
Si bien la idea fundamental, suena justamente a un ejercicio democrático, la formulación de las preguntas y el ataque constante al INE son señales mañosas y tendenciosas a favor de las viejas rencillas del presidente con los órganos democráticos de México. La revocación de mandato es un proceso que debería ser solicitado por la ciudadanía. Sin embargo, no fue la ciudadanía quien lo hizo. Fue directamente promovido desde el poder y eso para empezar evidencia que no es un ejercicio democrático sino más bien, un desafortunado ejercicio tendencioso, viciado, pero sobre todo falso.
Esta consulta fue básicamente la tergiversación de un instrumento loable de participación ciudadana en una democracia directa que está truqueada para convalidar la permanencia de un hombre que quiere verse al espejo y saberse popular y en donde el gobierno moviliza a “los leales” para evidenciar a los “desleales”.
Fuimos testigos de una narrativa creada desde palacio nacional donde, debemos ser conscientes, ejerce el poder un presidente que confunde gobernar con incendiar, separar y manipular utilizando lo que pudo ser un buen ejercicio con malas intenciones.