Celebrar el amor nos obliga también a pensar en el amor propio
En un mundo acelerado como el que vivimos en la Ciudad de México, es fácil que muchas mujeres antepongan sus responsabilidades laborales y familiares, olvidándose de sí mismas. Las discusiones sobre un sistema de cuidados han ampliado la información acerca de la dimensión temporal, emocional y física que implican estas tareas, especialmente para las mujeres.
Muchas de nosotras elegimos ser madres y disfrutamos plenamente la maternidad. Sin embargo, al priorizar a nuestra familia de manera absoluta, a veces descuidamos nuestra salud, emociones y aspiraciones.
Afortunadamente, en los últimos años ha surgido una conversación más amplia sobre las frustraciones que aparecen cuando ignoramos nuestro bienestar. Hoy podemos reconocer con claridad que el amor propio no es egoísmo; al contrario, es la base de una vida plena y equilibrada. Cuidar nuestros espacios, tiempos y emociones es una responsabilidad personal que ni las madres ni las mujeres en general podemos delegar. No podemos ser apoyo para los demás si nos descuidamos a nosotras mismas. No se trata de elegir entre el bienestar propio y el de la familia, sino de entender que ambos son complementarios y necesarios.
Muchas veces, las mujeres nos acostumbramos a relegar nuestras necesidades, aceptar cargas desmedidas y justificar el agotamiento como un signo de compromiso. Pero el desgaste físico y emocional tiene consecuencias: nos afecta a nosotras, a quienes nos rodean y limita nuestra capacidad de disfrute y felicidad.
Priorizar nuestro bienestar implica aprender a decir que no cuando es necesario, establecer límites sanos y entender que nuestra dignidad no es negociable. Significa rodearnos de personas que nos respeten y valoren, y alejarnos de aquellas situaciones que nos desgastan. También supone darnos tiempo para hacer lo que nos apasiona, descansar, crecer y sanar cuando sea necesario.
El amor propio también se traduce en decisiones cotidianas: alimentarnos bien, descansar lo suficiente, buscar espacios de paz y recreación, y cultivar relaciones basadas en el respeto y la reciprocidad.
Esta convicción está presente en las iniciativas que he promovido: dignificar las labores de cuidado, reducir las preocupaciones de las madres garantizando el bienestar de sus hijos y procurar espacios públicos seguros para que las familias vivan en paz. Estas son inquietudes fundamentales en mi agenda.
Desde mi trinchera, seguiré impulsando iniciativas que promuevan la equidad, el bienestar integral y el derecho de las mujeres a una vida digna. Pero hoy, tras celebrar el Día del Amor y la Amistad, quiero enfatizar que el primer paso para tener claridad sobre nuestros anhelos y necesidades es el amor propio.
El amor propio es la revolución más importante que podemos emprender. No temamos ponerlo en práctica, porque cuando estamos bien, todo a nuestro alrededor mejora. Y cuando aprendemos a querernos, enseñamos a los demás a hacer lo mismo.