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CDMX rumbo al Mundial 2026: entre la fiesta global y los reclamos vecinales

CDMX se alista para el Mundial 2026 entre obras millonarias y reclamos vecinales. ¿Fiesta global o conflicto local?

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A poco más de un año del inicio del Mundial de Futbol 2026, la Ciudad de México se prepara para recibir, una vez más, a millones de aficionados y medios de todo el mundo, consolidándose como una de las sedes más emblemáticas del torneo. El Estadio Azteca será protagonista histórico al convertirse en el primer recinto en albergar tres Copas del Mundo, y la capital del país se alista con grandes metas, ambiciosos proyectos y también con tensiones sociales que no deben pasar desapercibidas.

Desde que se anunció que la CDMX sería sede mundialista, las autoridades locales comenzaron un proceso de renovación que incluye la remodelación del Estadio Azteca —que será rebautizado temporalmente como “Estadio Ciudad de México”—, intervenciones en la infraestructura urbana y de movilidad en la zona sur de la ciudad, así como mejoras en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). Se estima que la derrama económica superará los 500 millones de dólares, gracias al turismo, la inversión privada y la generación de empleos temporales.

El proyecto “Ciudad Mundialista”, encabezado por la Jefa de Gobierno Clara Brugada, busca también dar un rostro cultural al evento mediante murales y festividades temáticas en colonias aledañas al estadio, con el objetivo de proyectar una imagen moderna, segura y festiva al mundo. Para coordinar estas acciones, se instaló el Comité de la Ciudad de México para el Mundial 2026, que involucra diversas dependencias del gobierno capitalino y organismos federales, como la Secretaría de Marina, encargada de renovar el AICM.

Sin embargo, detrás de esta vitrina global se alzan voces críticas, especialmente en Santa Úrsula Coapa, una de las zonas directamente impactadas por las obras. Vecinos organizados han denunciado la falta de consulta ciudadana, el riesgo de gentrificación, la creciente saturación vehicular y, en especial, la crisis hídrica, que podría agravarse tras la concesión de un pozo de agua a Televisa, administradora del estadio. En varias ocasiones, las y los vecinos se han manifestado, clausurando simbólicamente el inmueble y exigiendo un diálogo real con las autoridades.

El mensaje es contundente: “No somos el patio trasero del Mundial”, han expresado habitantes de Santa Úrsula. Aunque se han anunciado reuniones comunitarias para junio de 2025, el malestar sigue creciendo ante la percepción de que el evento se impone sobre las necesidades básicas y los derechos ciudadanos de quienes habitan la zona.

Así, la Ciudad de México enfrenta un reto doble: demostrar su capacidad organizativa y hospitalaria ante el mundo, sin descuidar su compromiso social con la ciudadanía. El Mundial 2026 puede representar una gran oportunidad de proyección internacional y reactivación económica, pero también exige sensibilidad, diálogo y responsabilidad pública para que nadie quede fuera de la fiesta.

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