Ayer conocí a Carmen, una mujer activista de 85 años que vive en la Ciudad de México. Carmen hace colectas de víveres para personas de escasos recursos de Puebla, durante 25 años junto con otras 3 mujeres, estuvo involucrada en construir una Anzures para sus vecinos y vecinas y trabajó desde la sociedad civil para impulsar mejoras significativas en la colonia. Secretaria Bilingüe de profesión y maestra de danza, Carmen enviudó cuando su hijo tenía 2 años de edad y actuó con toda la fortaleza del mundo en consecuencia.
La conversación inició de una forma muy entrañable. Carmen me contó que su madre nació en 1915. En ese entonces, las mujeres en su natal Veracruz solo podían cursar hasta tercero de primaria, mientras que los hombres, lo podían hacer hasta sexto de primaria. Su abuela decidió que su madre viviría en un internado para poder cursar hasta preparatoria. Esto permitió que la madre de Carmen la impulsara a estudiar una carrera en 1950. Para las mujeres de ese entonces, las opciones eran pocas, así que decidió estudiar secretariado bilingüe, carrera que le permitió trabajar en el área de importaciones de PEMEX durante 12 años, siempre bajo un contrato que se renovaba cada 28 días, por mandato de Echeverría. La fortaleza de Carmen me resonó, porque es una historia que es tan vigente como su historia de vida y su lucha. Su historia es la historia de miles de mujeres que han vivido esa dualidad durante toda su vida.
“así que decidió estudiar secretariado bilingüe, carrera que le permitió trabajar en el área de importaciones de PEMEX durante 12 años”….
De acuerdo con el estudio Brecha Salarial de Género del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) publicado el pasado noviembre de 2022, “las mujeres enfrentan distintas barreras para entrar, permanecer y crecer profesionalmente en el mercado laboral, además de temas culturales y socioeconómicos, los desafíos para la permanencia tienen que ver de manera preponderante con la carga desproporcionada de trabajo no remunerado que recae principalmente en las mujeres, lo cual limita su desarrollo profesional”, y más recientemente, el impacto de la pandemia y las medidas del gobierno con respecto a las estancias infantiles y sistemas de cuidados.
Dicho estudio menciona que aún cuando las mujeres adquieren cada vez más habilidades, el avance hacia la paridad de género en la economía ha sido lento. Por ejemplo, reporta que la matrícula femenina en las universidades a nivel mundial se triplicó entre 1995 y 2018, sin embargo, la elección de carreras entre las mujeres ha cambiado poco en el tiempo; este es uno de los factores que profundizan la desigualdad de género en el mercado laboral, conocido como segregación ocupacional por género y que tiene un impacto en el acceso, posibilidades de crecimiento, trayectoria laboral y brecha de ingresos de las mujeres.
En 1979, María Dalla Acosta, publicó “El poder de la mujer y la subversión de la comunidad”, en el defendía que el trabajo doméstico y todo el conjunto de actividades para la reproducción de nuestras vidas, en realidad constituyen un trabajo esencial para la organización del trabajo. Se trata de actividades que no solo producen comida o ropa limpia, sino que reproducen la fuerza de trabajo. Esto las convierte, en cierto sentido, en el trabajo más productivo del capitalismo y además limita significativamente la participación activa de las mujeres en el ámbito profesional y fuerza de trabajo remunerada.
La Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares (TNRH) de México publicado por el INEGI, indica que en 2021 el valor económico de las labores domésticas y de cuidados fue de 6.8 billones de pesos (26.3% del PIB nacional) y haciendo alución al ensayo “Salarios contra el trabajo doméstico” de Silvia Federici y al trabajo de Dalla Acosta, el salario para el trabajo doméstico constituye una herramienta para ponerlo en manifiesto, ya que no se trata de normalizarlo, sino de visibilizar y concienciar a la sociedad en este sentido.
Las mujeres mexicanas representamos el 52% de la población y el 40% de la fuerza laboral del paísy si algo dejó claro la pandemia, es que hay que trabajar desde nuestras trincheras para construir una sociedad mejor. Las acciones conjuntas y el impulso de agendas interseccionales que abarquen no solo el trabajo del gobierno, sino que impulsen políticas en las empresas y empleadores con respecto a la calidad vida-empleo y permitan una verdadera igualdad, inclusión y justicia social, en donde todas las Cármenes del mundo tengan su fortaleza, pero además, las herramientas para una vida mejor como la que ella ha procurado para su colonia y la sociedad que la rodea.