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Reformas a la presidencial: Bonita foto y nada más

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Recuerdo la primera vez que intenté prepararme una comida compleja. Era un adolescente que había visto una receta en un libro de cocina de mi madre y me pareció una fantástica idea aventurarme siendo un total novato en el asunto. Claramente el resultado no fue el esperado y no solo eso, me enfermé de manera notable del estómago por un pequeño detalle: sabía la esencia de la receta, pero no sabía qué implicaba cada paso ni cómo medir cucharaditas de sal (he ahí el error fatal). Una buena idea, pero una ejecución pésima, algo así como el grueso de reformas que ha propuesto el presidente López Obrador en días pasados.

Pensiones, comunidades indígenas, órganos de gobierno, medio ambiente y otros temas son relevantes, pero al analizarse las reformas, queda claro que a meses de cerrar la administración y con bajas posibilidades de aprobarse en el Congreso, la única brújula del presidente es fijar una agenda que le permita intervenir de manera directa en el proceso electoral.

Pensemos, por ejemplo, en la reforma de pensiones. Pensionar es bueno, sin duda. Nuestros adultos mayores merecen justa recompensa por el trabajo de toda una vida. Pero la propuesta que plantea es una falsa solución que resulta inoperante a mediano y largo plazo. Pretende dotar de recursos al Fondo de Pensiones del Bienestar por medio de dineros del Instituto Para Devolver al Pueblo lo Robado, de la extinción de fideicomisos, de ahorros por destruir órganos autónomos y por la venta de inmuebles federales es pura demagogia. Ingresos finitos, no recurrentes, no alcanzan ni alcanzarán si se pretender dar una solución realista al tema.

Desde el inicio de su administración, el presidente ha tenido toda legitimidad y poder para presentar reformas serias. No ahora. No así. No a las carreras, sin consenso y con un claro ánimo de seguir crispando y polarizando la discusión pública rumbo a la elección.

En política la forma es fondo. Y lo que vemos parece una jugada para alejar la discusión pública de los ya frecuentes escándalos de corrupción sobre los jugosos negocios de sus hijos; de preocupantes reportajes sobre dinero del crimen organizado en su campaña de 2006, que deja dudas sobre la influencia que estos puedan tener sobre su fallida estrategia de seguridad; y los altísimos índices de violencia que se viven en gran parte del territorio nacional, entre otros temas.

Las mieles del poder parecen ser demasiado dulces para algunos. Vemos un presidente reacio a sacar las manos del juego político electoral. Un presidente que nos recuerda a los años de Plutarco Elías Calles, Portes Gil y Ortiz Rubio. La oposición debe resistir caer ante el juego del presidente. Echó el anzuelo y espera que se enganchen, como es costumbre. Hasta ahora, el único que parece entender y plantear un contradebate serio y alterno es Movimiento Ciudadano.

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