Ciudad de México Sábado 4 de junio de 2022
Uno de los puntos urbanos más representativos de las culturas que ocuparon el Valle de México desde tiempos precolombinos, el día de hoy se presenta como un lugar en el abandono por parte de las autoridades, locales y estatales, un peligro para hombres y mujeres y un espacio que día con día pareciera perderse en lo que alguna vez fue nombrada “La Ciudad de la Esperanza”.
Hay muchos factores a los que pudiera atribuirse esta ola de delitos dentro de la alcaldía Xochimilco: su ubicación, extensión, condiciones topológicas, socioeconómicas, ineficiente transporte, etcétera. Sin embargo, hoy sabemos que esta demarcación ha alcanzado cifras que superan en feminicidio a Ciudad Juárez, Chihuahua, cunas del mismo fenómeno. Como orgulloso xochimilca, no puedo sino sentirme lleno de rabia frustración e impotencia.
Lo que alguna vez fue una de las zonas más seguras de la Ciudad de México, espacio que habitaban cientos de miles de especies -tanto de flora como de fauna-, y que fuera en algún momento la fuente del sustento alimenticio de una magnífica ciudad ancestral, hoy es una fosa, una emboscada, un lugar incierto en el que quedamos expuestos a un sinnúmero de riesgos.
A pesar de tener programas como el de la patrulla púrpura -unidad especializada para atender los casos de violencia familiar-, violación, abuso sexual y acoso a menores, pareciera que en la demarcación de Xochimilco las autoridades quisieran “tapar el sol con un dedo”. Un ejemplo: en las llamadas de auxilio que precedieron a la pandemia se reportaba a la semana una agresión sexual a menores. Durante la emergencia sanitaria aumentó a tres y hasta cuatro por cada semana. Asimismo, del 5 de diciembre de 2018 al 26 de enero de 2020, los delitos derivados de violencia familiar, violación, abuso sexual, sustracción de menores y secuestro tuvieron un número récord de carpetas que la Fiscalía General de Justicia (FGJ) abrió para su averiguación. De “Xochiwhats” mejor ni hablar, sigo en espera de respuesta a solicitudes desde 2019.
Otro ejemplo terriblemente doloroso y emblemático fue el de la niña Fátima Cecilia, una pequeña de tan sólo 7 años que asistía a un colegio de la colonia Santiago Tulyehualco, en Xochimilco, y que fue secuestrada frente a los ojos de todos. Gracias a la insistencia de su familia en la fiscalía desconcentrada de investigación de Tláhuac y tras muchas horas pérdidas, en otra dependencia de gobierno se emitió finalmente la Alerta Amber.
A partir de ello, todos fuimos testigos de cómo y quién la sustrajo, a plena luz del día, gracias a las cámaras del C5 de la CDMX y a la difusión periodística.
Las atrocidades que vivió Fátima Cecilia y que todos supimos con vergüenza y desconcierto, antes de ser abandonada en un terreno baldío, suman un caso más a los miles de sucesos de violencia en nuestro país. Esta historia emblemática por sus características y condiciones, no termina de contar la historia completa de una demarcación en donde la vida de una mujer, de una niña, de una persona, parecieran no valer nada.
Desde esta trinchera, desde mi género masculino, inmerso en una de las culturas más violentas hacia la mujer que existen en el planeta, encuentro fundamental cuestionarnos y replantearnos nuestro papel de hombres en una sociedad que pareciera no cansarse, pero sobre todo no rendirse frente a una hecatombe social que nos destruye a todos.
Porque si bien es responsabilidad de todas y de todos cambiar estas condiciones, la sospecha y la desconfianza hacia nuestro gobierno crecen cuando las autoridades no responden de manera eficaz, determinante y coherente ante los niveles de violencia de los que todos -en mayor o menor medida- somos víctimas.
Necesitamos instar a las autoridades ante este “alarmante estado de terror”, como bien lo nombró la diputada Wendy González en el marco del Día de la Mujer, el pasado 8 de marzo. Necesitamos replantearnos las medidas en materia de seguridad, educación, oportunidades de trabajo y rehabilitación de la población de Xochimilco. Tenemos que reconquistar sus canales, su paisaje para el esparcimiento y la educación. Xochimilco, ese oasis verde en medio del desierto gris, con su naturaleza, con cuemanco, con la pista de canotaje, donde en días recientes, se han encontrado tres cuerpos: uno de ellos, el de una mujer.
Xochimilco no debe ser y no será una tumba viva.
Xochimilco no es la casa de los delincuentes.
Xochimilco es de todos y de todas.
Xochimilco, desde sus orígenes, hacia un mejor futuro.